sábado, 1 de noviembre de 2008

La Donación de Órganos




El Centro Nacional de Bioética Católica (National Catholic Bioethics Center, NCBC) es una institución estadounidense creada en 1972 para la promoción y la salvaguarda de la dignidad del hombre en el terreno de las ciencias de la vida en general y de la salud en especial.


Para la presente edición de Fides et Ratio, hemos traducido el original en inglés para nuestros lectores de habla hispana los comentarios sobre la “muerte cerebral”, para facilitar la comprensión de este controvertido concepto de la Biología y de la Medicina.

¿A qué se refiere la expresión “muerte cerebral”?

El concepto de “muerte cerebral” se relaciona con la determinación médica de considerar como fallecida a una persona en base a “criterios neurológicos”. Cuando se diagnostica apropiadamente, la “muerte cerebral” se refiere a la interrupción completa de toda la actividad neurológica organizada de la totalidad del encéfalo, lo que incluye el cerebro, el cerebelo y el tronco cerebral. Cuando esto ocurre, el organismo, considerado como una totalidad, deja irremediablemente de funcionar. La terminología apropiada en este caso es “el diagnóstico de muerte usando criterios neurológicos”.


¿Es adecuado utilizar los criterios neurológicos para determinar la muerte?

Habitualmente, los criterios que se usan para diagnosticar el fallecimiento son los cardiopulmonares, esto es, se confirma la defunción después del cese de la respiración y de los latidos cardiacos. Sin embargo, los avances tecnológicos de los Cuidados Intensivos hacen posible la preservación de la circulación y de la respiración aún después de la abolición del funcionamiento cerebral.

El uso de los criterios neurológicos para la determinación de la muerte es legítimo de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia Católica. El Papa Juan Pablo II aprobó este enfoque en su exposición durante la 18va Conferencia Internacional de Especialistas en Trasplante de Órganos en agosto de 2000.

Dentro de los criterios diagnósticos se incluyen 4 signos cardinales: el coma, la ausencia de respuesta cerebral al estímulo doloroso en los cuatro miembros, la desaparición de los reflejos del tronco cerebral y la apnea. Tanto Pío XII como Juan Pablo II afirmaron que la Iglesia no es la encargada de diagnosticar la muerte, lo que corresponde a la ciencia médica.



¿Puedo recibir órganos para trasplante que proceden de personas cuyo fallecimiento fue diagnosticado por criterios neurológicos?


Sí, un católico fiel puede recibir órganos de este tipo de donantes y también puede donar sus propios órganos si su muerte se diagnostica por criterios cardiopulmonares o neurológicos.


¿Por qué existen controversias con los criterios neurológicos?


Como se mencionó antes, cuando se desencadena el cese total de las funciones cerebrales, el corazón puede continuar latiendo mediante la asistencia del apoyo técnico externo. Este soporte artificial hace que la persona impresione estar viva. Sin embargo, la evidencia médica señala que los 4 signos antes descritos permiten afirmar que la vida ha concluido. En resumen, no hay razón para las controversias.


¿Por qué la Iglesia acepta esta definición de muerte?


En realidad, no se trata de una definición de muerte, sino del uso de nuevos signos para determinarla. El concepto cristiano del fallecimiento siempre ha sido el de la separación del alma y el cuerpo. La Iglesia Católica se focaliza en los médicos para determinar los signos biológicos que, con certeza moral, confirman que el deceso ocurrió. Las investigaciones recientes parecen confirmar que la pérdida irreversible de las funciones cerebrales es un firme indicador de que la persona ha muerto.



¿Qué dice la Teología Católica sobre esta definición de la muerte?


Los criterios neurológicos son compatibles con la enseñanza católica de que el ser humano es una unión sustancial del cuerpo con un alma racional. La pérdida irreversible y completa de la función cerebral puede considerarse un comprensible indicador de que esa alma racional ya no está presente.


¿El uso de los criterios de muerte cerebral provoca la muerte del enfermo?


El uso de los criterios de muerte cerebral no causa la muerte del paciente, sino que confirma que ha fallecido. Es análogo a la manera en que tradicionalmente se utilizan los criterios cardiopulmonares.


¿Por qué hay quienes afirman que la ablación de órganos de las personas declaradas fallecidas mediante criterios neurológicos es una forma de homicidio?

Se trata de comentarios irresponsables de quienes creen, erróneamente, que una persona todavía vive porque el cadáver parece vivir por efecto de la sangre oxigenada que aún circula debido a los métodos artificiales. Las personas que rechazan el uso de los criterios neurológicos para diagnosticar la muerte sostienen que la causa de la muerte es la ablación de los órganos. Esa opinión está en contradicción con las enseñanzas de la Iglesia.


En la práctica clínica, el médico que diagnostica la muerte no debe pertenecer a los equipos de trasplante para evitar cualquier potencial conflicto de intereses. Debe remarcarse que el uso de los criterios neurológicos debe ser estrictamente aplicado, con la absoluta certeza de la muerte cerebral antes de declarar el fallecimiento.



¿Los medios de difusión agregan confusión?


Los medios de comunicación en general son imprecisos; es frecuente escuchar que a un paciente con muerte cerebral “se le retiró el soporte vital y murió”. Obviamente, alguien que ya ha fallecido no puede volver a morir. Estas descripciones constituyen el resultado del uso desprolijo del lenguaje y de la ignorancia general de los criterios neurológicos para realizar el diagnóstico de la muerte.
Publicado en formato 1.0 en noviembre de 2008

El Che Guevara: de Agitador Comunista a Marca Capitalista



El artículo original fue publicado por Álvaro Vargas Llosa en inglés para The New Republic en julio de 2005. La traducción al castellano fue realizada por Gabriel Gasave para Letras Libres.



El Che Guevara, quien hizo tanto (¿o tan poco?) por destruir al capitalismo, es en la actualidad la quintaesencia de una marca capitalista. Su semblante adorna jarros de café, caperuzas, encendedores, llaveros, billeteras, gorras de béisbol, tocados, bandadas, musculosas, camisetas deportivas, carteras finas, jeans de denim, té de hierbas, y por supuesto esas omnipresentes remeras con la fotografía, tomada por Alberto Korda, del galán socialista luciendo su boina durante los primeros años de la revolución, en el instante en que el Che de casualidad se introdujo en el visor del fotógrafo—y en la imagen que, treinta y ocho años después de su muerte, constituye aún el logotipo del revolucionario (¿o del capitalista?) “chic”. Sean O'Hagan sostuvo en The Observer que existe incluso un jabón en polvo con el eslogan "El Che lava más blanco."

Los productos del Che son comercializados por grandes corporaciones y por pequeñas empresas, tales como la Burlington Coat Factory, la cual difundió un comercial televisivo presentando a un joven en pantalones de fajina luciendo una remera del Che, o la Flamingo's Boutique en Union City, Nueva Jersey, cuyo propietario respondió a la furia de los exiliados cubanos locales con este argumento devastador: "Yo vendo lo que la gente desea comprar." Los revolucionarios también se unieron a este frenesí de productos—desde "The Che Store", que vende provisiones, hasta el sitio que atiende "todas sus necesidades revolucionarias" en Internet, y el escritor italiano Gianni Minà, quien le vendió a Robert Redford los derechos cinematográficos del diario del Che sobre su juvenil viaje alrededor de América del Sur en el año 1952 a cambio de poder acceder al rodaje del film "Diarios de Motocicleta" y de que Minà pudiese producir su propio documental. Para no mencionar a Alberto Granado, quien acompañó al Che en su viaje de juventud y ahora asesora documentalistas, y que se quejaba hace poco en Madrid, según el diario El País, ante un Rioja y un magret de pato, de que el embargo estadounidense contra Cuba le dificulta el cobro de las regalías. Para llevar a la ironía más lejos: el edificio en el cual nació Guevara en la ciudad de Rosario, Argentina, un espléndido inmueble de comienzos del siglo veinte sito en la esquina de las calles Urquiza y Entre Ríos, se encontraba hasta hace poco ocupado por la administradora de fondos de jubilaciones y pensiones privada Máxima AFJP, una hija de la privatización de la seguridad social argentina en la década de 1990.

La metamorfosis del Che Guevara en una marca capitalista no es nueva, pero la marca viene experimentando un renacimiento—un renacimiento especialmente destacable, dado que el mismo tiene lugar años después del colapso político e ideológico de todo lo que Guevara representaba. Esta suerte inesperada se debe sustancialmente a "Diarios de Motocicleta", la película producida por Robert Redford y dirigida por Walter Salles. (Es una de las tres películas más importantes sobre el Che ya realizadas o actualmente en rodaje en los últimos dos años; las otras dos han sido dirigidas por Josh Evans y Steven Soderbergh.) Hermosamente rodada en paisajes que claramente han eludido los efectos erosivos de la polución capitalista, el film exhibe al joven en un viaje de auto-descubrimiento a medida que su conciencia social en ciernes tropieza con la explotación social y económica, lo que va preparando el terreno para la reinvención del hombre a quien Sartre llamara alguna vez el ser humano más completo de nuestra era.

Pero para ser más preciso, el actual renacimiento del Che se inició en 1997, en el trigésimo aniversario de su muerte, cuando cinco biografías abrumaron las librerías y sus restos fueron descubiertos cerca de una pista de aterrizaje en el aeropuerto de Vallegrande, en Bolivia, después de que un general boliviano retirado, en una revelación espectacularmente oportuna, indicara la ubicación exacta. El aniversario volvió a centrar la atención en la famosa fotografía de Freddy Alborta del cadáver del Che tendido sobre una mesa, escorzado, muerto y romántico, luciendo como Cristo en un cuadro de Mantegna.

Es usual que los seguidores de un culto no conozcan la verdadera historia de su héroe. (Muchos rastafaris renunciarían a Haile Selassie si tuviesen alguna idea de quien fue en realidad.) No sorprende que los seguidores contemporáneos de Guevara, sus nuevos admiradores post-comunistas, también se engañen a sí mismos al aferrarse a un mito—excepto los jóvenes argentinos que corean una expresión de rima perfecta: "Tengo una remera del Che y no sé por qué."




Considérese a algunos de los individuos que recientemente han blandido o invocado el retrato de Guevara como un emblema de justicia y rebelión contra el abuso de poder. En el Líbano, unos manifestantes que protestaban en contra de Siria ante la tumba del ex primer ministro Rafiq Hariri portaban la imagen del Che. Thierry Henry, un jugador de fútbol francés que juega para el Arsenal, en Inglaterra, se apareció en una importante velada de gala organizada por la FIFA, el organismo del fútbol mundial, vistiendo una remera roja y negra del Che. En una reciente reseña publicada en The New York Times sobre Land of the Dead de George A. Romero, Manohla Dargis destacaba que "el mayor impacto aquí puede ser el de la transformación de un zombi negro en un virtuoso líder revolucionario," y agregó: "Creo que el Che en verdad vive, después de todo."

El héroe del fútbol Maradona ostentó el emblemático tatuaje del Che en su brazo derecho durante un viaje en el que se reunió con Hugo Chávez en Venezuela. En Stavropol, al sur de Rusia, unos manifestantes que reclamaban los pagos en efectivo de los beneficios del bienestar social tomaron la plaza central con banderas del Che. En San Francisco, City Lights Books, el legendario hogar de la literatura beat, invita a los visitantes a una sección dedicada a América Latina en la cual la mitad de los estantes se encuentra ocupada por libros del Che. José Luis Montoya, un oficial de policía mexicano que combate el crimen relacionado con las drogas en Mexicali luce una vincha del Che porque ella lo hace sentirse más fuerte. En el campo de refugiados de Dheisheh, en la margen occidental del río Jordán, los afiches del Che adornan un muro que le rinde tributo a la Intifada. Una revista dominical dedicada a la vida social en Sydney, Australia, enumera a los tres invitados ideales en una cena: Alvar Aalto, Richard Branson, y el Che Guevara. Leung Kwok-hung, el rebelde elegido a la junta legislativa de Hong Kong, desafía a Beijing al vestir una remera del Che. En Brasil, Frei Betto, consejero del Presidente Lula da Silva y encargado del programa de alto perfil "Hambre Cero," afirma que "deberíamos prestarle menos atención a Trotsky y mucha más al Che Guevara." Y lo más estupendo de todo, en la ceremonia de este año de los Premios de la Academia, Carlos Santana y Antonio Banderas interpretaron la canción principal del film Diarios de Motocicleta: Santana se presentó luciendo una remera del Che y un crucifijo. Las manifestaciones del nuevo culto del Che están por todas partes. Una vez más el mito está apasionando a individuos cuyas causas en su mayor parte representan exactamente lo opuesto de lo que era Guevara.

Ningún hombre carece de algunas cualidades atenuantes. En el caso del Che Guevara, esas cualidades pueden ayudarnos a medir el abismo que separa a la realidad del mito. Su honestidad (quiero decir: honestidad parcial) significa que dejó testimonio escrito de sus crueldades, incluido lo muy malo, aunque no lo peor. Su coraje—que Castro describió como "su manera, en los momentos difíciles y peligrosos, de hacer las cosas más difíciles y peligrosas"—significa que no vivió para asumir la plena responsabilidad por el infierno de Cuba. El mito puede decir tanto acerca de una época como la verdad. Y es así que gracias a los propios testimonios que el Che brinda de sus pensamientos y de sus actos, y gracias también a su prematura desaparición, podemos saber exactamente cuan engañados están muchos de nuestros contemporáneos respecto de muchas cosas.

Guevara puede haberse enamorado de su propia muerte, pero estaba mucho más enamorado de la muerte ajena. En abril de 1967, hablando por experiencia, resumió su idea homicida de la justicia en su "Mensaje a la Tricontinental": “El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar”. Sus primeros escritos se encuentran también sazonados con esta violencia retórica e ideológica. A pesar de que su ex novia Chichina Ferreyra duda de que la versión original de los diarios de su viaje en motocicleta contenga la observación de "siento que mis orificios nasales se dilatan al saborear el amargo olor de la pólvora y de la sangre del enemigo," Guevara compartió con Granado en esa temprana edad esta exclamación: "¿Revolución sin disparar un tiro? Estás loco." En otras ocasiones el joven bohemio parecía incapaz de distinguir entre la frivolidad de la muerte como un espectáculo y la tragedia de las victimas de una revolución. En una carta a su madre en 1954, escrita en Guatemala, donde fue testigo del derrocamiento del gobierno revolucionario de Jacobo Arbenz, escribió: “Aquí estuvo muy divertido con tiros, bombardeos, discursos y otros matices que cortaron la monotonía en que vivía”.

La disposición de Guevara cuando viajaba con Castro desde México a Cuba a bordo del Granma es capturada en una frase de una carta a su esposa que redactó el 28 de enero de 1957, no mucho después de desembarcar, publicada en su libro Ernesto: Una Biografía del Che Guevara en Sierra Maestra: “Estoy en la manigua cubana, vivo y sediento de sangre”. Esta mentalidad había sido reforzada por su convicción de que Arbenz había perdido el poder debido a que había fallado en ejecutar a sus potenciales enemigos. En una carta anterior a su ex novia Tita Infante había observado que “Si se hubieran producido esos fusilamientos, el gobierno hubiera conservado la posibilidad de devolver los golpes”. No sorprende que durante la lucha armada contra Batista, y luego tras el ingreso triunfal en La Habana, Guevara asesinara o supervisara las ejecuciones en juicios sumarios de muchísimas personas—enemigos probados, meros sospechados y aquellos que se encontraban en el lugar equivocado en el momento equivocado.

En enero de 1957, tal como lo indica su diario desde la Sierra Maestra, Guevara le disparó a Eutimio Guerra porque sospechaba que aquel se encontraba pasando información: “Acabé con el problema dándole un tiro con una pistola del calibre 32 en la sien derecha, con orificio de salida en el temporal derecho...sus pertenencias pasaron a mi poder”. Más tarde mató a tiros a Aristidio, un campesino que expresó el deseo de irse cuando los rebeldes siguieran su camino. Mientras se preguntaba si esta victima en particular "era en verdad lo suficientemente culpable como para merecer la muerte," no vaciló en ordenar la muerte de Echevarría, el hermano de uno de sus camaradas, en razón de crímenes no especificados: "Tenía que pagar el precio." En otros momentos simularía ejecuciones sin llevarlas a cabo, como un método de tortura psicológica.

Luis Guardia y Pedro Corzo, dos investigadores que se encuentran trabajando en Florida en un documental sobre Guevara, han obtenido el testimonio de Jaime Costa Vázquez, un ex comandante del ejército revolucionario conocido como "El Catalán," quien sostiene que muchas de las ejecuciones atribuidas a Ramiro Valdés (futuro ministro del interior de Cuba) fueron responsabilidad directa de Guevara, debido a que Valdés se encontraba bajo sus ordenes en las montañas. “Ante la duda, mátalo” fueron las instrucciones del Che. En vísperas de la victoria, según Costa, el Che ordenó la ejecución de un par de docenas de personas en Santa Clara, en Cuba central, hacia donde había marchado su columna como parte de un asalto final contra la isla. Algunos de ellos fueron muertos en un hotel, como ha escrito Marcelo Fernándes-Zayas, otro ex revolucionario que después se convertiría en periodista (agregando que entre los ejecutados había campesinos conocidos como casquitos que se habían unido al ejército simplemente para escapar del desempleo).

Pero la "fría máquina de matar" no dio muestra de todo su rigor hasta que, inmediatamente después del colapso del régimen de Batista, Castro lo pusiera a cargo de la prisión de La Cabaña. (Castro tenía un buen ojo clínico para escoger a la persona perfecta para proteger a la revolución contra la infección.) San Carlos de La Cabaña es una fortaleza de piedra que fue utilizada para defender a La Habana contra los piratas ingleses en el siglo dieciocho; más tarde se convirtió en un cuartel militar. De una manera que evoca al escalofriante Lavrenti Beria, Guevara presidió durante la primera mitad de 1959 uno de los períodos más oscuros de la revolución. José Vilasuso, abogado y profesor en la Universidad Interamericana de Bayamón en Puerto Rico, quien pertenecía al grupo encargado del proceso judicial sumario en La Cabaña, me dijo recientemente que “El Che dirigió la Comisión Depuradora. El proceso se regía por la ley de la sierra: tribunal militar de hecho y no jurídico, y el Che nos recomendaba guiarnos por la convicción. Esto es: “Sabemos que todos son unos asesinos, luego proceder radicalmente es lo revolucionario”. Miguel Duque Estrada era mi jefe inmediato. Mi función era de instructor. Es decir legalizar profesionalmente la causa y pasarla al ministerio fiscal, sin juicio propio alguno. Se fusilaba de lunes a viernes. Las ejecuciones se llevaban a cabo de madrugada, poco después de dictar sentencia y declarar sin lugar (de oficio) la apelación. La noche más siniestra que recuerdo se ejecutaron siete hombres”.

Javier Arzuaga, el capellán vasco que les brindaba consuelo a aquellos condenados a morir y que presenció personalmente docenas de ejecuciones, habló conmigo recientemente desde su casa en Puerto Rico. Ex sacerdote católico de setenta y cinco años de edad, quien se describe como "más cercano a Leonardo Boff y a la Teología de la Liberación que al ex cardenal Cardinal Ratzinger," Arzuaga recuerda que “la cárcel de La Cabaña se mantuvo llena a rebosar. Sobre 800 hombres hacinados en un espacio pensado para no más de 300: militares batistianos o miembros de algunos de los cuerpos de la policía, algunos “chivatos”, periodistas, empresarios o comerciantes. El juez no tenía por qué ser hombre de leyes; sí, en cambio, pertenecer al ejército rebelde, al igual que los compañeros que ocupaban con él la mesa del tribunal. Casi todas las vistas de apelación estuvieron presididas por el Che Guevara. No recuerdo ningún caso cuya sentencia fuera revocada en esas vistas. Todos los días yo visitaba la “galera de la muerte”, donde permanecían los prisioneros desde que eran sentenciados a muerte. Corrió la voz de que yo hipnotizaba a los condenados antes de salir para el paredón y que por eso se daban tan fáciles las cosas, sin escenas desagradables, y el Che Guevara dio orden de que nadie fuera conducido al paredón sin que yo estuviera presente. Yo asistí a 55 fusilamientos hasta el mes de mayo, cuando me fui. Eso no quiere decir que no se siguiera fusilando. Herman Marks era un americano, se decía que era prófugo de la justicia. Lo llamábamos “el carnicero” porque gozaba gritando “pelotón, atención, preparen, apunten, fuego”. Conversé varias veces con el Che con el fin de interceder por determinadas personas. Recuerdo muy bien el caso de Ariel Lima que era menor de edad, pero fue inflexible. Lo mismo puedo decir de Fidel Castro, a quien acudí también en dos ocasiones con igual propósito. Sufrí un trauma. A finales de mayo me sentía mal y se me recomendó abandonar la parroquia de Casa Blanca, dentro de cuyos límites se encontraba La Cabaña y que yo había atendido en los últimos tres años. Me fui a México para un tratamiento. Cuando nos despedíamos, el Che Guevara me dijo que nos habíamos llevado bien, tratando los dos de sacar el otro de su campo para atraerlo al de uno. “Hemos fracasado los dos. Cuando nos quitemos las caretas que hemos llevado puestas, seremos enemigos frente a frente”.

¿Cuánta gente fue asesinada en La Cabaña? Pedro Corzo ofrece una cifra de unos doscientos, similar a la proporcionada por Armando Lago, un profesor de economía retirado que ha compilado una lista de 179 nombres como parte de un estudio de ocho años sobre las ejecuciones en Cuba. Vilasuso me dijo que cuatrocientas personas fueron ejecutadas entre el mes de enero y fines de junio de 1959 (fecha en el que el Che dejó de estar a cargo de La Cabaña). Los cables secretos enviados por la Embajada de los Estados Unidos en La Habana al Departamento de Estado en Washington hablan de "más de 500." Según Jorge Castañeda, uno de los biógrafos de Guevara, un católico vasco simpatizante de la revolución, el fallecido Padre Iñaki de Aspiazú, hablaba de setecientas victimas. Félix Rodríguez, un agente de la CIA quien fue parte del equipo a cargo de la captura de Guevara en Bolivia, me dijo que él encaró al Che después de su captura respecto de "las dos mil y pico" ejecuciones por las que fue responsable durante su vida. "Dijo que todos eran agentes de la CIA y no se refirió a la cifra," recuerda Rodríguez. Las cifras más altas pueden incluir ejecuciones que tuvieron lugar en los meses posteriores a la fecha en que el Che dejó de estar a cargo de la prisión.

Lo cual nos trae de regreso a Carlos Santana y a su elegante indumentaria del Che. En una carta abierta publicada en El Nuevo Herald el 31 de marzo de este año, el gran músico de jazz Paquito D'Rivera reprochó a Santana su vestuario en la ceremonia de los Premios Oscar, y agregó: “Uno de esos cubanos fue mi primo Bebo, preso allí precisamente por ser cristiano". Él me cuenta siempre con amargura cómo escuchaba desde su celda en la madrugada los fusilamientos sin juicio de mucho que morían gritando “¡Viva Cristo Rey!”.

El ansia de poder del Che tenía otras maneras de expresarse además del asesinato. La contradicción entre su pasión por viajar—una especie de protesta contra las limitaciones del estado-nación—y su impulso por convertirse en un estado esclavizante en relación con otras personas es patético. Al escribir acerca de Pedro Valdivia, el conquistador de Chile, Guevara reflexionaba: "Pertenecía a esa clase especial de hombres a los que la especie produce de vez en cuando, en quienes un anhelo por el poder ilimitado es tan extremo que cualquier sufrimiento para lograrlo parece natural." Podría haber estado describiéndose así mismo. En cada etapa de su vida adulta, sus megalomanía se manifestaba en el impulso depredador por apoderarse de las vidas y de la propiedad de otras personas, y de abolir su libre voluntad.

En 1958, después de tomar la ciudad de Sancti Spiritus, Guevara intento sin éxito imponer una especie de sharia, regulando las relaciones entre los hombres y las mujeres, el uso del alcohol, y el juego informal—un puritanismo que no caracterizaba precisamente su propia forma de vida. Les ordenó también a sus hombres que asaltaran bancos, una decisión que justificó en una carta a Enrique Oltuski, un subordinado, en noviembre de ese año: "Las masas que luchan están de acuerdo con asaltar a los bancos porque ninguno de ellos tiene un centavo en los mismos." Esta idea de la revolución como una licencia para reasignar la propiedad según le conviniese condujo al puritano marxista a apoderarse de la mansión de un emigrante tras el triunfo de la revolución.

El impulso de desposeer a los demás de su propiedad y de reclamar la propiedad del territorio de otros fue central a la política opresiva de Guevara. En sus memorias, el líder egipcio Gamal Abdel Nasser cuenta que Guevara le preguntó cuántas personas habían abandonado su país debido a la reforma agraria. Cuando Nasser replicó que ninguna, el Che contestó enojado que la manera de medir la profundidad del cambio es a través del número de individuos "que sienten que no hay lugar para ellos en la nueva sociedad." Este instinto depredador alcanzó un apoteosis en 1965, cuando empezó a hablar, como Dios, acerca del "Hombre Nuevo" que él y su revolución crearían.

La obsesión del Che con el control colectivista lo llevó a colaborar en la formación del aparato de seguridad que fue establecido para subyugar a seis millones y medio de cubanos. A comienzos de 1959, una serie de reuniones secretas tuvo lugar en Tarará, cerca de La Habana, en la mansión a la cual el Che temporalmente se retiró para recuperarse de una enfermedad. Allí fue donde los líderes principales, incluido Castro, diseñaron al estado policíaco cubano. Ramiro Valdés, subordinado del Che durante la guerra de guerrillas, fue puesto al mando del G-2, un cuerpo inspirado en la Cheka. Angel Ciutah, un veterano de la Guerra Civil española enviado por los soviéticos que había estado muy cerca de Ramón Mercader, el asesino de Trotsky, y que más tarde entablaría amistad con el Che, desempeñó un papel fundamental en la organización del sistema, junto con Luis Alberto Lavandeira, quien había servido al jefe en La Cabaña. El propio Guevara se hizo cargo del G-6, el grupo al que se le encomendó el adoctrinamiento ideológico de las fuerzas armadas. La invasión respaldada por los EE.UU. de Bahía de Cochinos en abril de 1961 se convirtió en la ocasión perfecta para consolidar al nuevo estado policíaco, con el acorralamiento de decenas de miles de cubanos y una nueva serie de ejecuciones. Como el mismo Guevara le expresó al embajador soviético Sergei Kudriavtsev, los contrarrevolucionarios nunca "volverían a levantar su cabeza."

"Contrarrevolucionario" es el término que se le aplicaba a cualquiera que se apartara del dogma. Era el equivalente comunista de "hereje." Los campos de concentración eran una forma en la cual el poder dogmático era empleado para suprimir el disenso. La historia le atribuye al general español Valeriano Weyler, el capitán general de Cuba a finales del siglo diecinueve, haber empleado por vez primera a la palabra "concentración" para describir la política de cercar a las masas de potenciales opositores—en su caso a los simpatizantes del movimiento independentista cubano—con alambre de púas y empalizadas. Qué irónico (y apropiado) que los revolucionarios de Cuba más de medio siglo después continuasen con esta tradición local. Al principio, la revolución movilizó a voluntarios para construir escuelas y para trabajar en los puertos, plantaciones, y fábricas—todas ellas exquisitas oportunidades fotográficas para el Che el estibador, el Che el cortador de caña, el Che el fabricante de telas. No pasó mucho tiempo antes de que el trabajo voluntario se volviese un poco menos voluntario: el primer campamento de trabajos forzados, Guanahacabibes, fue establecido en Cuba occidental hacia el final de 1960. Así es como el Che explicaba la función desempeñada por este método de confinamiento: “A Guanahacabibes se manda a la gente que no debe ir a la cárcel , la gente que ha cometido faltas a la moral revolucionaria de mayor o menor grado... es trabajo duro, no trabajo bestial”.

Este campamento fue el precursor del confinamiento sistemático, a partir de 1965 en la provincia de Camagüey, de disidentes, homosexuales, victimas del sida, católicos, testigos de Jehová, sacerdotes afro-cubanos, y otras escorias por el estilo, bajo la bandera de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). Hacinados en autobuses y camiones, los "desadaptados" serían transportados a punta de pistola a los campos de concentración organizados sobre la base del modelo de Guanahacabibes. Algunos nunca regresarían; otros serían violados, golpeados, o mutilados; y la mayoría quedarían traumatizados de por vida, como el sobrecogedor documental de Néstor Almendros "Conducta Impropia" se lo mostrara al mundo un par de décadas atrás.

De esta manera, la revista Time parece haber errado en agosto de 1960 cuando describió a la división del trabajo de la revolución con una nota de tapa presentando al Che Guevara como el "cerebro," a Fidel Castro como el "corazón" y a Raúl Castro como el "puño." Pero la percepción revelaba el papel crucial de Guevara en hacer de Cuba un bastión del totalitarismo. El Che era de alguna manera un candidato improbable para la pureza ideológica, dado su espíritu bohemio, pero durante los años de entrenamiento en México y en el periodo resultante de la lucha armada en Cuba emergió como el ideólogo comunista locamente enamorado de la Unión Soviética, en gran medida para molestia de Castro y de otros que eran esencialmente oportunistas dispuestos a utilizar cualquier medio necesario para ganar poder. Cuando los aspirantes a revolucionarios fueron arrestados en México en 1956, Guevara fue el único que admitió que era un comunista y que estaba estudiando ruso. (Habló abiertamente de su relación con Nikolai Leonov de la Embajada Soviética.) Durante la lucha armada en Cuba, forjó una férrea alianza con el Partido Socialista Popular (el partido comunista de la isla) y con Carlos Rafael Rodríguez, un jugador importante en la conversión del régimen de Castro al comunismo.

Esta fanática disposición convirtió al Che en una parte esencial de la "sovietización" de la revolución que se había jactado reiteradamente de su carácter independiente. Muy poco después de que los barbudos llegaran al poder, Guevara participó de negociaciones con Anastas Mikoyan, el vice primer ministro soviético, quien visitó Cuba. Le fue confiada la misión de promover las negociaciones soviético-cubanas durante una visita a Moscú a finales de 1960. (La misma fue parte de un largo viaje en el cual la Corea del Norte de Kim Il Sung fue el país que “más” le impresionó.) El segundo viaje a Rusia de Guevara, en agosto de 1962, fue aún más significativo, en razón de que el mismo selló el acuerdo para convertir a Cuba en una cabeza de playa nuclear soviética. Se reunió con Khrushchev en Yalta para finalizar los detalles sobre una operación que ya se había iniciado y que involucraba la introducción en la isla de cuarenta y dos misiles soviéticos, la mitad de los cuales estaban armados con ojivas nucleares, así como también lanzadores y unos cuarenta y dos mil soldados. Tras presionar a sus aliados soviéticos sobre el peligro de que los Estados Unidos pudiesen descubrir lo que estaba aconteciendo, Guevara obtuvo garantías de que la marina soviética intervendría—en otras palabras, de que Moscú estaba preparada para ir a la guerra.



Según la biografía de Guevara de Philippe Gavi, el revolucionario había alardeado que "su país se encuentra deseoso de arriesgarlo todo en una guerra atómica de inimaginable capacidad destructiva para defender un principio." Apenas después de finalizada la crisis de los misiles cubanos—cuando Khrushchev renegó de la promesa hecha en Yalta y negoció un acuerdo con los Estados Unidos a espaldas de Castro que incluía la remoción de los misiles estadounidenses de Turquía—Guevara dijo a un periódico comunista británico: "Si los cohetes hubiesen permanecido, los hubiésemos utilizado a todos y dirigido contra el mismo corazón de los Estados Unidos, incluida Nueva York, en nuestra defensa contra la agresión." Y un par de años más tarde, en las Naciones Unidas, fue leal a las formas: "Como marxistas hemos sostenido que la coexistencia pacífica entre las naciones no incluye a la coexistencia entre los explotadores y el explotado."

Guevara se distanció de la Unión Soviética en los últimos años de su vida. Lo hizo por las razones equivocadas, culpando a Moscú por ser demasiado blando ideológica y diplomáticamente, y hacer demasiadas concesiones—a diferencia de la China maoísta, a la cual llegó a ver como un refugio de la ortodoxia. En octubre de 1964, un memo escrito por Oleg Daroussenkov, un funcionario soviético cercano a él, cita a Guevara diciendo: "Les pedimos armas a los checoslovacos; y nos rechazaron. Luego se las pedimos a los chinos; dijeron que sí en pocos días, y ni siquiera nos cobraron, declarando que uno no le vende armas a un amigo." En realidad, Guevara se resintió por el hecho de que Moscú le estaba solicitando a otros miembros del bloque comunista, incluida Cuba, algo a cambio de su colosal ayuda y de su apoyo político. Su ataque final contra Moscú llegó en Argelia, en febrero de 1965, en una conferencia internacional en la que acusó a los soviéticos de adoptar la "ley del valor," es decir, el capitalismo. Su ruptura con los soviéticos, en síntesis, no fue un grito en favor de la independencia. Fue un alarido al estilo de Enver Hoxha en aras de la total subordinación de la realidad a la ciega ortodoxia ideológica.

El gran revolucionario tuvo una oportunidad de poner en práctica su visión económica—su idea de la justicia social—como director del Banco Nacional de Cuba y del Departamento de Industria del Instituto Nacional de la Reforma Agraria a fines de 1959, y, desde principios de 1961, como ministro de industria. El período en el cual Guevara estuvo a cargo de la mayor parte de la economía cubana atestiguó el cuasi colapso de la producción de azúcar, el fracaso de la industrialización y la introducción del racionamiento—todo esto en el que había sido uno de los cuatros países económicamente más exitosos de América Latina desde antes de la dictadura de Batista.

Su tarea como director del Banco Nacional, durante la cual imprimió billetes que llevaban la firma "Che," ha sido sintetizada por su asistente, Ernesto Betancourt: “Encontré en el Che una ignorancia absoluta de los principios más elementales de la economía”. Los poderes de percepción de Guevara respecto de la economía mundial fueron muy bien expresados en 1961, durante una conferencia hemisférica celebrada en Uruguay, donde predijo una tasa de crecimiento para Cuba del 10 por ciento "sin el menor temor," y, para 1980, un ingreso per capita mayor que el de "los EE.UU. en la actualidad." En verdad, hacia 1997, el trigésimo aniversario de su muerte, los cubanos se encontraban bajo una dieta consistente en una ración de cinco libras de arroz y una libra de frijoles por mes; cuatro onzas de carne dos veces al año; cuatro onzas de pasta de soja por semana; y cuatro huevos por mes.

La reforma agraria le quitó tierra al rico, pero se la dio a los burócratas, no a los campesinos. (El decreto fue redactado en la casa del Che.) En el nombre de la diversificación, el área cultivada fue reducida y la mano de obra disponible distraída hacia otras actividades. El resultado fue que entre 1961 y 1963, la cosecha se redujo a la mitad: apenas unos 3,8 millones de toneladas métricas. ¿Se justificaba este sacrificio por el fomento de la industrialización cubana? Desdichadamente, Cuba carecía de materias primas para la industria pesada, y, como una consecuencia de la redistribución revolucionaria, no contaba con una moneda sólida con la cual adquirirlas—o incluso adquirir los productos básicos. Para 1961, Guevara estaba teniendo que dar explicaciones embarazosas a los trabajadores en la oficina: "Nuestros camaradas técnicos en las compañías han producido una pasta dental... tan buena como la anterior; limpia exactamente lo mismo, a pesar de que después de un tiempo se vuelve una piedra." Para 1963, todas las esperanzas de industrializar a Cuba fueron abandonadas, y la revolución aceptó su rol de proveedora colonial de azúcar al bloque soviético a cambio de petróleo para cubrir sus necesidades y para revenderlo a otros países. Durante las tres décadas siguientes, Cuba sobreviviría en base a un subsidio soviético de más o menos entre $65 mil millones y $100 mil millones.

Habiendo fracasado como héroe de la justicia social, ¿merece Guevara un lugar en los libros de historia como un genio de la guerra de guerrillas? Su mayor logro militar en la lucha contra Batista—la toma de la ciudad de Santa Clara después de emboscar un tren con pesados refuerzos—es seriamente cuestionado. Numerosos testimonios indican que el conductor del tren se rindió de antemano, acaso tras aceptar sobornos. (Gutiérrez Menoyo, quien dirigía un grupo guerrillero diferente en esa área, está entre aquellos que han criticado la historia oficial de Cuba sobre la victoria de Guevara.) Inmediatamente después del triunfo de la revolución, Guevara organizó ejércitos guerrilleros en Nicaragua, la República Dominicana, Panamá, y Haití—todos los cuales fueron aplastados. En 1964, envió al revolucionario argentino Jorge Ricardo Masetti a su muerte al persuadirlo de que montase un ataque contra su país natal desde Bolivia, justo después de que la democracia representativa había sido restablecida en la Argentina.

Particularmente desastrosa fue la expedición al Congo en 1965. Guevara se alió con dos rebeldes—Pierre Mulele en el oeste y Laurent Kabila en el este—contra el desagradable gobierno congoleño, el cual era sostenido por los Estados Unidos, por mercenarios sudafricanos y exiliados cubanos. Mulele había tomado posesión de Stanleyville antes de ser repelido. Durante su reinado de terror, tal como lo ha escrito V.S. Naipaul, asesinó a todos aquellos que podían leer y a todos los que vestían una corbata. Respecto del otro aliado de Guevara, Laurent Kabila, se trataba meramente de un perezoso y un corrupto por aquel entonces; pero el mundo descubriría en los años 90 que también él era una máquina de matar. En cualquier caso, Guevara se pasó gran parte de 1965 ayudando a los rebeldes en el este antes de abandonar el país de manera ignominiosa. Poco tiempo después, Mobutu llegó al poder e instaló una tiranía de décadas. (En los países latinoamericanos, de Argentina al Perú, las revoluciones inspiradas en el Che tuvieron el mismo resultado practico de reforzar el militarismo brutal durante muchos años.)

En Bolivia, el Che fue nuevamente derrotado, y por última vez. Malinterpretó la situación local. Una reforma agraria había tenido lugar unos años antes; el gobierno había respetado muchas de las instituciones de las comunidades campesinas; y el ejército era cercano a los Estados Unidos a pesar de su nacionalismo. "Las masas campesinas no nos ayudan en absoluto" fue la melancólica conclusión de Guevara en su diario boliviano. Aún peor, Mario Monje, el líder comunista local, quien no tenía estómago para una guerra de guerrillas tras haber sido humillado en los comicios, condujo a Guevara hacia una ubicación vulnerable en el sudeste del país. Las circunstancias de la captura del Che en la quebrada del Yuro, poco después de reunirse con el intelectual francés Régis Debray y el pintor argentino Ciro Bustos, ambos arrestados cuando abandonaban el campamento, fueron, como gran parte de la expedición boliviana, cosa de aficionados.

Guevara fue ciertamente audaz y corajudo, y rápido para organizar la vida en base a principios militares en los territorios bajo su control, pero no era un General Giap. Su libro La Guerra de Guerrillas enseña que las fuerzas populares pueden vencer a un ejército, que no es necesario aguardar a que se den las condiciones necesarias ya que un foco insurreccional puede provocarlos, y que el combate debe tener lugar principalmente en el campo. (En su receta para la guerra de guerrillas, reserva también para las mujeres el rol de cocineras y enfermeras.) Sin embargo, el ejército de Batista no era un ejército sino un corrupto manojo de matones carente de motivación y sin mucha organización; los focos guerrilleros, con la excepción de Nicaragua, terminaron todos en cenizas para los foquistas, y América Latina se ha vuelto urbana en un 70 por ciento en estas últimas cuatro décadas. Al respecto, también, el Che Guevara fue un cruel alucinado.

En las últimas décadas del siglo diecinueve, Argentina tenía la segunda tasa de crecimiento más grande del mundo. Hacia la década de 1890, el ingreso real de los trabajadores argentinos era superior al de los trabajadores suizos, alemanes, y franceses. Para 1928, ese país ocupaba el duodécimo lugar en el mundo en cuanto a su PBI per capita. Ese logro, que las siguientes generaciones arruinarían, se debió en gran medida a Juan Bautista Alberdi.

Al igual que Guevara, a Alberdi le gustaba viajar: caminó a través de las pampas y de los desiertos de norte a sur a los catorce años de edad, rumbo a Buenos Aires. Como Guevara, Alberdi se oponía a un tirano, Juan Manuel Rosas. Igual que Guevara, Alberdi tuvo la oportunidad de influir sobre un líder revolucionario en el poder—Justo José de Urquiza, quien derrocó a Rosas en 1852. Como Guevara, Alberdi representó al nuevo gobierno en giras mundiales, y murió en el exterior. Pero a diferencia del viejo y nuevo predilecto de la izquierda, Alberdi nunca mató una mosca. Su libro, "Bases y puntos de partida para la organización de la República Argentina", fue la base de la Constitución de 1853 que limitó el Estado, abrió el comercio, alentó la inmigración y aseguró los derechos de propiedad, inaugurando de ese modo un periodo de setenta años de asombrosa prosperidad. No se entremetió en los asuntos de otras naciones, oponiéndose a la guerra de su país contra Paraguay. Su semblante no adorna el abdomen de Mike Tyson.

Los Fractales en la Creación


Nuestra concepción del Universo se basa en 3 dimensiones físicas: la longitud, la anchura y la altura. Desde el punto de vista de la física, Einstein introdujo la idea de una verdadera cuarta dimensión representada por el tiempo. De todos modos, en el mundo cotidiano estamos habituados a que los objetos se definan como tridimensionales.


Sin embargo, la complejidad maravillosa de la Creación permite concebir cuerpos con dimensiones fraccionarias. Se trata de los fractales, vocablo que deriva de fractus (“quebrado” en latín), según acuñara el matemático Benoit Mandelbrot en 1975.


Para una mejor comprensión, un buen ejemplo de un cuerpo geométrico fractal es una nube. Como todos los fractales, es demasiado irregular para poder describirla en los términos geométricos habituales (esfera, cilindro, cono, etcétera). Además, posee detalle a cualquier escala de observación que, en modelos teóricos, son infinitos. Por ello podemos afirmar que las nubes o las montañas son verdaderos fractales naturales, como también lo son el árbol bronquial y el sistema circulatorio, entre otros. Además de las ya mencionadas, el propio Mandelbrot definió una de las principales características de los fractales que es la autosemejanza. Los fractales tienen la misma estructura en sus partes y en el todo, que pueden representarse a escala. En palabras del matemático: "Las nubes no son esferas, las montañas no son conos, las costas no son círculos, las cortezas de los árboles no son suaves y nada, excepto la luz, viaja en línea recta".





Un fractal natural




Con anterioridad a Mandelbrot, el sueco Niels von Koch había concebido los primeros modelos de fractales a través de lo que hoy día conocemos como “la isla de Koch”. En términos simplificados, si se parte de un triángulo equilátero donde la longitud de cada lado se considera una unidad, al dividir cada lado en tres partes iguales, intuitivamente comprendemos que cada parte mide 1/3 de lado. Ahora bien, si sustituimos el segmento central por 2 segmentos de tamaño idéntico formando una especie de “diente”, damos lugar a una poligonal cuya longitud es 3·4··1/3=4. Si se repite la operación, el mismo cálculo nos dará 16/3. Si perpetuamos la operación indefinidamente, obtendremos la ya mencionada “isla de Koch” o “copo de nieve de Koch”.



En la operación n-ésima la curva estará formada por 3·4 de N trozos, de perímetro 4N /3N-1. Cuando n tiende a infinito, el perímetro de la curva es infinito... ¡pese a que ocupa un área limitada del espacio!



¿Acaso el Universo creado responde a una descripción fractal? Un ejemplo interesante propuesto por los matemáticos son los perfiles de los ríos. Una alternativa empírica es cubrir el contorno geográfico con rectángulos (“conteo de cajas”, por el calco en la traducción del inglés box counting) y cuantificar el número de las mismas para cada escala de tamaño.




Medición por "cajas" de la longitud y la dimensión geométrica de un río


Por métodos técnicos que exceden el objetivo de este artículo, la aplicación de las propiedades de la potenciación y la función logarítmica nos permite deducir que la costa de un río tiene dimensiones fraccionarias, lo cual no parece encajar con facilidad en nuestra concepción del Universo.


Como puede apreciarse, esta apreciación de la realidad no es un patrimonio de las Ciencias Exactas o de la Informática, sino que en tanto en la Geografía como en los fenómenos meteorológicos y los seres vivientes encontramos ejemplos múltiples de fractales. La estructura misma de la Creación, fruto de la Máxima Inteligencia y del Máximo Amor, nos permite ver como la sorprendente simpleza de un árbol parte de una hoja morfológicamente similar a la rama que integra, la cual a su vez es semejante al árbol… pese a la contundente diferencia cualitativa entre la hoja y el árbol.

Fiordos noruegos (imagen satélite): otro ejemplo de fractal natural



Nuestra limitada capacidad requiere del apoyo de sistemas informáticos y modelos teóricos para simplemente aproximarnos a la comprensión de la Creación. “La Ciencia nunca resuelve un problema sin crear otros diez más”, decía George Bernard Shaw. A medida que avanza nuestro conocimiento de la realidad, podemos percibir como la distancia que nos separa intelectualmente de nuestro Creador es tan infinita como el perímetro de un fractal, pero también debemos lamentarnos ya que la soberbia en ignorar a Dios nos aleja de Él con la misma intensidad.

La Envidia como Raíz del Odio

Extraido del libro El éxtasis de la intimidad. Ontología del amor humano en Tomás de Aquino del Prof. Dr. Juan Cruz Cruz (figura), profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad de Navarra


Editado originalmente por el Foro Moral


1. La envidia es considerada por el Aquinate como una de las raíces del odio. Ella es, desde el punto de vista fenomenológico, una mirada fascinante. ¿Qué es la fascinación? Es simplemente, según el diccionario, la acción de «aojar», de emitir un mal a través de los ojos. ¿Hay en el acto comunicativo gentes que emiten maldad a través de sus ojos? ¿Hay personas que con su mirada maléfica influyen negativamente en el mismo acto comunicativo? Este es en síntesis el problema de la «fascinación», en el que resalta, de un lado, el «aojador» o agente fascinador y, de otro lado, el que provoca la fascinación.

Es preciso referirnos al hecho de que en nuestras sociedades aparece con frecuencia una creencia inconsciente en una fuerza dispersa que, concentrada en algunos hombres, se emite por los ojos y perjudica a otras personas en su salud o en sus propiedades, impidiendo su felicidad en esta vida. Estos hombres son los «fascinadores», pues emiten una fuerza que tendría la propiedad de dañar o consumir las cosas sobre las cuales se fija. Se estima entonces, también inconscientemente, que la pupila de este «fascinador» descarga sobre lo que mira una sustancia invisible, semejante al veneno de la serpiente. Cuenta Plutarco que Eutélidas tenía tanto poder negativo en sus pupilas que podía dañarse a sí mismo con sólo mirarse al espejo. Ese poder fue llamado por los latinos fascinum (de ahí nuestra palabra fascinación), que en castellano también se llama aojo o mal de ojo. Cuando el «aojador» encuentra una cosa viva y hermosa, buena, elevada, lanza contra ella la luz envenenada de sus pupilas y la hace languidecer paulatinamente, o incluso la mata. Al hombre sobre el que ha recaído el mal de ojo no podrá ya salirle bien ninguna tarea, ningún proyecto: lo que emprenda o realice le saltará en mil pedazos; hasta el futuro que estima queda amenazado. Los «fascinadores» suelen tener aspectos contrahechos o mostrar una fealdad física, especialmente la apariencia facial, la que se ve o que entra por los ojos.

El mal surgido del fascinador es provocado o inducido por las «cualidades» de otros hombres, estimadas como negativas: por algo aprehendido como un mal hubiera dicho Santo Tomás y, por tanto, motivo de aversión u odio. ¿Pero qué cualidades son estimadas aquí como «negativas» y provocadoras de la reacción maléfica de la «fascinación»? ¿Las buenas o las malas? Aunque parezca mentira, normalmente son las buenas.


La envidia (grabado de Goltzius, siglo XVI)

2. Lo negativo y provocador es la inteligencia, la belleza, las cualidades, el bienestar que se ve, por ejemplo, en una persona. Este ser inteligente, capacitado o lleno de cualidades físicas, psíquicas y sociales es el provocador, el inductor: por su carácter presuntamente negativo, atrae el «mal de ojo» del «fascinador».

Salta a la vista que el fascinador está atormentado en su interior por un sentimiento de odio especial, provocado por la envidia, la cual no es otra cosa que la tristeza o el pesar del bien y de la felicidad del otro. Envidia, etimológicamente, viene del verbo latino videre que indica la acción de ver por los ojos, y de la partícula in; de modo que invidere significa mirar con malos ojos, proyectar sobre el otro el mal de ojo. En nuestro caso, decir envidioso es decir fascinador del otro. De este modo se erige la envidia en raíz o madre del odio a la persona: invidia est mater odii, primo ad proximum, decía Santo Tomás.

El mundo antiguo conocía muchos caracteres de la envidia como pasión íntima. Entre los griegos es representada como una mujer con la cabeza erizada de serpientes y la mirada torcida y sombría. Su extraña mirada, junto con su tinte cetrino, tienen una explicación fisiológica normal, pues en el acto de envidiar sufre el hombre una acción cardiovascular constrictiva, la cual produce lesiones viscerales microscópicas, dificulta la irrigación sanguínea y la asimilación normal. La cabeza coronada de serpientes era símbolo de sus perversas ideas; en cada mano llevaba un reptil: uno que inoculaba el veneno a la gente; otro que se mordía la cola, simbolizando con ello el daño que el envidioso se hace a sí mismo.


3. La filosofía clásica encontró fenomenológicamente al menos 6 características en el «envidioso».
Primero, al «envidioso» le produce pesar o descontento el bienestar y la fortuna de los demás: invidia est tristitia de bono alterius, inquantum aestimatur diminuere gloriam propriam. Por ejemplo, él ve los bienes del otro, pero no las dificultades inherentes a su conducta, ni las privaciones y desventajas que ha tenido que superar para conseguirlos.

Segundo, el envidioso es una persona próxima al provocador: próxima en espacio y en fortuna. Yo no puedo envidiar a un Rockefeller, pero sí a don Próspero, el charcutero de mi barrio, que se está enriqueciendo. Y si a don Próspero se le rompiere una pierna, me consolaré pensando que ahora podría yo andar mejor por la vida. La gran desigualdad provoca admiración, mientras que la desigualdad mínima provoca envidia y ojeriza: invidia non est inter multum inaequales, sed ad illos tantum, quibus potest quis se aequare vel praeferre. El estudiante que se dirige a pie desde su barrio a la Universidad, odia sólo un poquito al compañero que va montado en un modesto automóvil; pero el dueño de ese automóvil se muere de envidia cuando es adelantado por un vehículo deslumbrante y de afamada marca. A veces lo envidiado es igual o parecido a lo que el envidioso tiene; pero la imaginación inconsciente lo deforma y lo agranda. Por eso dice el refrán que el envidioso hace de los mosquitos elefantes.

Tercero, lo que al envidioso le molesta no son tanto los valores materiales del otro, sus cosas, cuanto la persona misma poseedora de esos valores. Aunque siente el bien del otro como mal propio, dirige un odio mucho más profundo a la persona que tiene el bien: su mal propiamente dicho es aquella persona colmada de tantos bienes. Y por eso dirige contra el otro una parte de su carga agresiva, queriendo anularlo: no pretende obtener sus bienes, sino destruirlos y, a ser posible, destruirlo a él también. Su envidia es sádica; viene a decir: "si yo no puedo tener eso, haré que no lo tengas tú".

Cuarto, cuanto más favores, atenciones o regalos haga el provocador al fascinador, más fuerte será en éste el deseo de eliminar a aquél, pues la dádiva le recordará siempre que él está en un grado inferior o de carencia. Y aun cuando se lograra una perfecta justicia igualitaria, siempre quedaría la desigualdad de inteligencia y de carácter, la cual sería motivo de envidia.

Quinto, como la mayoría de las veces el fascinador no puede destruir al otro y, además, no puede soportar la idea de que le sobrevivan las personas afortunadas, dirige contra sí mismo la otra parte de ese odio agresivo: no sólo quiere destruir al otro, sino destruirse a sí mismo; es autodestructivo, autodevorador, siendo su lema: «¡prefiero morirme antes que verte feliz!». El fascinador es también masoquista. De ahí que digamos que alguien se muere de envidia.

Sexto, el fascinador nunca descansa: ni siquiera la expropiación forzosa de la fortuna del otro, en sentido igualitario, logra apagar su envidia. Por eso, si la envidia fuese fiebre, todo el mundo habría muerto, dice el refrán.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Adivinación y ocultismo

Todas las formas de adivinación y ocultismo deben ser rechazadas.

Esto constituye un delito y una ofensa grave a nuestro Creador, y está en directa contradicción con el respeto, que impregnado de un santo temor, debemos todos profesar solamente a Dios Padre Todopoderoso.

La gente no repara en “tragarse” cualquier idea u opinión infundada sobre cualquier tema, especialmente cuando se trata de algo extraordinario, mágico-religioso, dirigiéndolos directamente hacia la superstición. Es el primer obstáculo conque se tropieza cuando se pierde la fe en Dios, el sentido común y la razón. Cualquier cosa que nos diga el menos autorizado, afirmando que se trata de algo profundo y misterioso, basta para que nos afecte indefinidamente como si fuera un sueño, resucitando, en pleno siglo XXI, un neopaganismo babilónico sin igual.

Todo ello, por temor a tres palabras: SE HIZO HOMBRE.



Si recurrimos a la astrología y al horóscopo creyendo en ello, cometemos pecado mortal de idolatría. Si lo hacemos por curiosidad, no hacemos otra cosa que incurrir en un pasatiempo fútil, desgastando peligrosamente nuestra fe. Si lo hacemos para granjearnos la “protección” de los poderes ocultos de este mundo, de Satanás y sus secuaces, los demonios, cometemos el pecado mortal de idolatría diabólica, y tal vez tengamos que decir en algún momento como el poeta Goëthe: «No puedo librarme de los espíritus a quienes una vez invoqué».

En todos los tiempos el hombre ha sentido gran interés por conocer el porvenir, principalmente, en tiempos de confusión espiritual y religiosa este interés se ha convertido en una obsesión. El hombre moderno se parece mucho al «supersticioso» de los tiempos precristianos, corriendo febrilmente de un “augur” a un “adivino”, y de éste a un "intérprete de sueños". La utilización por parte del hombre de la astrología tiene una larga historia, teniendo sus influencias en algunos de los más notables filósofos de Oriente, sobre todo en el mundo islámico. En el cristianismo estas creencias se desarrollaron poco mientras la fe estuvo bien arraigada entre los fieles, pero ya a partir del siglo XVI no había soberano que no consultara a su astrólogo particular, ganando terreno con la reforma protestante, y el positivismo y el racionalismo del siglo XIX.

La reedición de estos cultos paganos, como hoy se nos presentan con tanta frecuencia, tiene sus precisas explicaciones. Si no existe una verdad común, vigente precisamente porque es verdadera, el cristianismo es como algo importado desde fuera, una especie de IMPERIALISMO ESPIRITUAL, al que debemos combatir con no menos fuerza que a ese poder político y militar que una vez nos aplastaba.

Si en la celebración de los sacramentos no vivimos el contacto personal con ese Dios vivo de todos los hombres, entonces esos rituales resultan vacíos, no nos dicen ni nos ofrecen nada. Si la “sobria ebriedad” del misterio de salvación cristiano no puede embriagarnos de Dios, entonces tenemos que invocar la embriaguez real de otros éxtasis más “eficaces”, cuya pasión nos arrebata y nos convierte, al menos por un instante, y nos deja percibir por un momento el placer de lo infinito y olvidar las miserias de lo finito.

Nos encontramos, en resumidas cuentas, ante una situación muy singular. El neopaganismo está intentando dar al cristianismo, cansado de la fe y de los dogmas, una nueva praxis mediante la cual finalmente tendrá lugar la redención. Pero esa acción ha dejado tras de sí la ruina en lugar de la libertad, el “relativismo” o el libre albedrío protestante y la realidad de tener que conformarnos con él. Lo que se nos ofrece resulta algo tan vacío y falto de fundamento que dichas teorías buscan a su vez ayuda en otras ideas filosóficas, para que, desde ellas, podamos llevarlas a la práctica. La Nueva Era nos dice que “dejemos el fracasado cristianismo, volvamos a los dioses paganos, así se vive mejor”.


Al considerar la presente situación, nos debe francamente parecer un milagro que, a pesar de todo, todavía exista la fe en Jesús de Nazaret. Y no sólo en las formas sustitutas de cientos de denominaciones cristianas, sino en la fe completa y serena del Nuevo Testamento, La Iglesia de todos los tiempos, la Iglesia católica.

¿Tiene la fe en Cristo Jesús todavía una oportunidad?

Claro que sí, es que está de acuerdo con la propia sustancia de lo que es el hombre, algo más de lo que los mismos filósofos quieren comprender. En el hombre se anida el anhelo inextinguible por lo Divino, y ninguna de las propuestas que nos presenta el protestantismo y el neopaganismo han sido suficientes para satisfacerlo. Sólo el Dios que se hizo ÉL mismo finito para abrir nuestra finitud y conducirnos a la amplitud de su infinidad, puede dar respuesta a todas las preguntas de nuestro ser. Por eso, la fe cristiana se encontrará siempre con el hombre. Nuestra tarea, como buenos hijos de Dios, es servirle con ánimo humilde y con todas las fuerzas de nuestro corazón y de nuestro entendimiento.

El filósofo norteamericano Thomas Molnar, siempre pensó que las sociedades con raíces profundas en el cristianismo (Europa) habían apartado equivocadamente de la vida de los hombres los signos de lo sagrado. El escenario de cualquier ciudad del mundo occidental (Latinoamérica) muestra que la religión ha sido sistemáticamente excluida de la vida activa de sus ciudadanos. Los templos y las nuevas iglesias parecen naves industriales, oficinas comerciales, y residencias familiares reacondicionadas. Los pastores y reverendos lucen como empresarios y burócratas muy atareados, sobre todo cuando no ostentan signo alguno de su vocación sagrada. Las prédicas y los sermones, como las primeras páginas de todos los diarios, presentan una clara visión del fin del mundo, dilucidando temas políticos, sociales y económicos de candente actualidad.

Cada día que pasa es más difícil encontrar rastros del gran acervo cristiano que nos legó el viejo mundo en algún sector de la vida pública y privada de nuestro país, ni decir de los medios de comunicación, el cine, la literatura y el arte. La descripción de Molnar es algo drástica, pues responde a la situación actual de los Estados Unidos. Sin embargo, con esta tendencia dominante en toda la sociedad latinoamericana, es innegable el empuje que tenemos hacia un secularismo cada día más creciente.

El neopaganismo del siglo XXI ha renunciado a 3 de los componentes básicos del paganismo grecorromano: la piedad, es decir, el sentido de lo sagrado que debe ser venerado; la moderación; y la conciencia de que existe, ante todo, una ley moral universal. La espiritualidad subyacente en el neo paganismo es profundamente “subjetiva”, porque desconoce la realidad de un Dios personal y cercano a nosotros. De este modo, el dios “panteísta” resulta inmensamente popular, ya que es asequible cuando lo queremos, y desechable cuando no lo deseamos. Es más conveniente pensar que somos como burbujas dentro de una gran espuma espiritual, que hijos rebeldes de un razonable y misericordioso Padre Divino.

El panteísmo adolece de todo el sentido del pecado, porque para estos el pecado significa separación, cuando nadie puede ser separado nunca del ‘todo’ (taoísmo). El neopaganismo del siglo XXI es el triunfo más importante del “ilusionismo”, que sin perder la emoción y el barniz de la verdadera religión, elimina por completo el santo temor de Dios.

Muchos practican la astrología como parte de un culto a Lucifer y los demonios, y es gracias a la intervención de éstos que los más porfiados “astrólogos” son capaces de “predecir” hechos futuros con alguna exactitud, por cuanto los demonios a quienes recurren, siendo seres espirituales puros y con mucho poder, conocen mejor que los hombres la relación entre las causas y los efectos naturales de las cosas, así como que tienen una gran experiencia sobre como obra el ser humano, con sus debilidades y miserias. Todas las “predicciones” sobre actos futuros y libres del hombre no son más que meras conjeturas y especulaciones.

Chesterton, un gran pensador de este tiempo, en cuyos escritos brilla cada vez con más luz un talante profético, se preocupó por desenmascarar el falso atractivo que el paganismo tenía para nuestros contemporáneos. Estaba convencido de que el cristianismo, vivido con autenticidad, es capaz de vencer, mano a mano, a cualquier forma de paganismo, porque la alegría, que era la pequeña publicidad del pagano, se ha convertido en el gran misterio del cristiano.

La respuesta de Chesterton es que la dicha humana, las alegrías más intensas y el disfrute pleno de los bienes de esta tierra, sólo es posible de verdad para aquellos que miran el horizonte confiados en la eternidad. La alegría cristiana puede ser plena porque está respaldada por una fe en el Dios verdadero, por una fe en el porvenir que no es ciega, torpe y obstinada, y por una fe que encuentra en la razón una verdadera aliada.


La desacralización y secularización de la civilización occidental contemporánea se produce como la continuidad de una corriente filosófica que llega hasta nosotros desde el siglo XIII, mediante un proceso de intelectualización de la religión y de la fe, los neofariseos. Su origen lo encontramos también en Maquiavelo, Ockamm, Descartes y Lutero. Su génesis está en el ‘racionalismo’, que según Chesterton no es más que una herejía acerca de la función de la inteligencia en la vida del hombre, una verdad que se ha vuelto loca.

El neopaganismo, que parece liberar al hombre del yugo ligero de la fe en Cristo Jesús, supone el tener que regresar a los miedos y esclavitudes de un hombre desarmado, rodeado de poderes y fuerzas maléficas, ante las cuales no tiene ninguna garantía de sobrevivir. Una de las curiosas características del poder del cristianismo es que, desde que llegó, ningún pagano ha sido capaz de ser realmente humano.

Mario Saviñón Navarro (República Dominicana) para www.apologetica.org
Publicado en formato 1.0 en octubre de 2008

Los Católicos y la Política

«El hombre no puede separarse de Dios, ni la política de la moralidad» (Juan Pablo II)

Los católicos debemos participar en la política porque somos ciudadanos responsables por el bien de la sociedad y del país. La solución a la corrupción política no es abandonarla, sino participar con principios cristianos. Jesús nos dijo que somos sal y luz del mundo. Esto debe aplicar primero a nuestra vida interior pero, si esta es auténtica, se manifiesta también en la política. La sal preserva de la corrupción, la luz permite que se vea la verdad.

Es necesario formarse en la fe y la Doctrina Social de la Iglesia para discernir sin dejarse seducir por las pasiones y las mentiras que se presentan en las campañas electorales. (Cf. Gaudium es Spes, 43). Es sorprendente como la propaganda de los medios engaña a la gente, como creemos las cosas sólo porque se repiten. Debemos examinar objetivamente como los candidatos han actuado en el pasado.

Hay una jerarquía de valores. El valor principal es el respeto a la vida humana. Si un candidato favorece el aborto o la eutanasia, no respeta al ser humano y no se debe votar por él aunque en otros aspectos parezca bueno. Los derechos humanos forman parte de la ley natural, la cual es accesible a la razón cuando se busca con sincero corazón. Toda autoridad legítima procede de Dios y debe someterse totalmente a Dios. Cuidado que no sea sólo de palabra, sino que en efecto demuestre coherencia con la moral.

Ningún gobierno, partido o político se puede confundir con el Reino de Dios. Cuidado con los mesianismos políticos, que se presentan como salvadores de la humanidad. "Ningún partido representa a la Iglesia y los católicos pueden militar o dar su voto libremente al partido o al candidato que mejor responda a sus convicciones personales, con tal de que sean compatibles con la ley moral natural y que sirvan sinceramente al bien común de la sociedad. Nuestra misión, en cambio, ha de ser la de orientar con los principios éticos de la doctrina social cristiana sobre los derechos y deberes políticos de los fieles laicos, ayudando a formar una conciencia social." (Obispos mexicanos)


Evitar:

1- Apasionarse o preferir la afiliación política por encima de la razón y la moral.


2- Un concepto teocrático de la política. Cardinal Ratzinger: «La justa profanidad de la política excluye la teocracia».


La Doctrina Social de la Iglesia expone las obligaciones de los gobernantes y de los ciudadanos de promover y defender todos los derechos humanos (el más fundamental es el derecho a la vida) y buscar el bienestar de todos. Que nadie esté por encima de la ley y nadie fuera de su amparo.

Los obispos de México a los políticos: "A los políticos católicos les recordamos el deber moral que tienen en su actuación pública, especialmente a los legisladores, de mantenerse fieles a la doctrina del evangelio, conservando su compromiso claro con la fe católica y no apoyando leyes contrarias a los principios morales y éticos como son los que atentan contra el derecho a la vida o en contra de las instituciones de la familia y el matrimonio. Sólo la adhesión a convicciones éticas profundas y una actuación coherente pueden garantizar una acción pública, honesta y desinteresada, de los legisladores y gobernantes."

«Todo aquel que ha proclamado que quiere prestar un servicio, un servicio a nuestra patria en funciones muy diversas, tiene que mostrar en la práctica que en realidad ha llegado a ese puesto para servir y no para servirse, no para enriquecerse; sino para dar lo mejor que tiene en favor del pueblo que tanto lo necesita» (Cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México).

"El criterio fundamental para configurar la propia conciencia es la obligación de evitar el mal y de favorecer el bien. En temas que afectan a la vida y los derechos de la persona, el criterio básico es el de aceptar y favorecer lo que esté conforme con la ley natural, según una valoración moral apoyada en la misma naturaleza humana que favorece el desarrollo de las potencialidades humanas de acuerdo con el bien de la persona, en verdad y justicia. Según este criterio difícilmente discutible, los católicos tenemos claro que no podemos apoyar programas o proyectos políticos que amenazan el derecho a la vida de los seres humanos desde su concepción hasta la muerte natural, alteran esencialmente la concepción del matrimonio desprotegiendo la realidad de la familia, debilitan las bases de la convivencia. En el caso, nada infrecuente, de que ninguna opción política satisfaga las exigencias morales de nuestra conciencia, la recta conciencia nos induce a votar aquella alternativa que nos parezca menos contraria a la ley natural, más apta para proteger los derechos de la persona y de la familia, más adecuada para favorecer la estabilidad social y la convivencia, y mejor dispuesta para respetar la ley moral en sus actividades legislativas, judiciales y administrativas...

...Para votar responsablemente, es preciso anteponer los criterios morales a las cuestiones y preferencias opinables y contingentes de orden estrictamente político. Habrá cuestiones secundarias que tengamos que dejar en un segundo plano para atender en primer lugar a los aspectos y consecuencias de orden moral de nuestro voto. Esto ocurre siempre que las propuestas de los partidos desbordan sus legítimas competencias y afectan a cuestiones de orden moral que tienen que estar por encima de los avatares políticos
." (Monseñor Fernando Sebastián Aguilar, arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela)


Examinar la verdad. Se deben estudiar las propuestas antes de apoyarlas. Hablar es fácil, obrar en la verdad cuesta la vida. Hay que buscar la verdad con la mayor objetividad posible. Más que basarse en lo que dicen los políticos, hay que analizar lo que han hecho para ver si son coherentes, íntegros y honestos. El malvado siempre disfraza sus intenciones con argumentos hermosos.


Evitar la demagogia. Los políticos saben qué teclas tocar para encender las emociones, muchas veces irresponsablemente. Cuidado con la manipulación de los sentimientos hacia la patria, la raza, el sufrimiento de los pobres, la libertad, etc. Con frecuencia se crea un mito en torno a un político o se destruye su reputación basado en la repetición de falacias. El cristiano no se debe llevar por las emociones ni por la fiebre que incita a las masas. No debe dejarse engañar por promesas. La prosperidad de los pueblos requiere un largo proceso de construcción y fortalecimiento de un sistema de gobierno, de educación, de trabajo, etc. bajo un estado de derecho que proteja justamente a todos los ciudadanos. Esto no se consigue con la demagogia. Hay que estar preparado para tomar opciones que no sean populares, pero que sean justas. Recordemos como Jesucristo fue condenado por las masas porque matarlo "era conveniente".


El fin no justifica los medios. Nunca será aceptable utilizar un medio en sí mismo perverso para lograr un bien. Por eso debemos condenar, por ejemplo, el terrorismo, el aborto, el secuestro, la mentira y la difamación.


Ordenar las prioridades. El bien común debe estar por encima de intereses personales. Al mismo tiempo no se deben violar los derechos naturales de ninguna persona. No se debe votar por quien viola la ley natural aunque por otra parte tenga buenas propuestas. Un católico no debe votar por candidatos que favorecen la inmoralidad, tal como es, por ejemplo, el aborto. En casos, como ocurre con frecuencia, en que todos los candidatos carecen de una clara posición moral que cubra todos los campos, el votante debe decidirse por el que al menos promueva los valores fundamentales.


Obligación de participar en la política. En una democracia los gobernantes son elegidos por el voto popular. Por eso todo ciudadano tiene la responsabilidad de votar habiendo seriamente estudiado los temas y conocido la posición de los candidatos. Un católico no puede eludir su responsabilidad civil ya que eso sería cederle el paso al mal. El hecho de que haya mucha corrupción en la política no exonera al cristiano de su responsabilidad. Más bien le debe retar a trabajar por un mundo mejor. El que no vota o vota sin atención a las leyes de Dios es culpable de los resultantes males. “Los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política” (Concilio Vaticano II, Ch L 42).

Los obispos de Estados Unidos declararon en 1995: "En la tradición católica, la ciudadanía es una virtud y la participación en el proceso político es una obligación" (Documento "Political Responsibility")


La libertad. La libertad es un don que conlleva una gran responsabilidad. Como católicos estamos comprometidos a ejercer nuestra libertad siempre para hacer el bien y nunca para violar los derechos ajenos.


«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5, 29)
Padre Jordi Rivero para Corazones.org
Publicado en formato 1.0 en octubre de 2008

Las Cruzadas

El profesor del Departamento de Historia de la Universidad de San Luis (Estados Unidos), Thomas Madden, fue entrevistado en 2005 por la agente de noticias Zenit, después de la publicación de su libro "Una historia concisa de las Cruzadas", en el cual, a partir de datos objetivos, logró desmitificar algunos aspectos inherentes a esta leyenda negra de la historia de la Iglesia.

Reproducimos a continuación el contenido de esos comentarios, según fueron publicados en la edición 495 de El Observador En Línea, importante medio católico digital que se edita desde México.


Las cruzadas no fueron como nos las han pintado popularmente
Nuevos hallazgos permiten a un historiador desenmascarar los mitos


Los cruzados no eran ávidos depredadores o colonizadores medievales, como afirman algunos libros de historia, afirma un experto, Thomas Madden, profesor asociado de la Facultad de Historia de la Universidad de San Luis (Estados Unidos) y autor de A Concise History of the Crusades («Breve Historia de las Cruzadas»). Madden ha recorrido los mitos más difundidos sobre los cruzados, y con los nuevos descubrimientos históricos ha encontrado que carecen de fundamento:

Mito número 1: Las cruzadas eran guerras de agresión contra un mundo musulmán pacífico


Esta afirmación es completamente errónea. Desde los tiempos de Mahoma los musulmanes habían intentado conquistar el mundo cristiano, y a finales del siglo XI ya habían conquistado dos terceras partes. Y los imperios musulmanes siguieron expandiéndose llegando hasta los mismos confines de Europa. Las agresiones provenían, por tanto, de la parte musulmana. Llegados a un cierto punto, la parte que quedaba del mundo cristiano no tenía más remedio que defenderse si no quería sucumbir bajo la conquista islámica.


Mito número 2: Los cruzados llevaban crucifijos, pero lo único que les interesaba era conquistar riquezas y tierras


Hace tiempo se afirmaba que en Europa había un número excesivo de nobles segundones adiestrados en las artes de la guerra caballeresca, pero privados de tierras feudales. Las cruzadas, por tanto, eran como una válvula de escape que impulsaba a estos hombres guerreros a salir de Europa, hacia tierras por conquistar a expensas de otros. La historiografía moderna ha destruido este mito. Hoy sabemos que eran más bien los primogénitos de Europa los que respondieron al llamamiento del Papa en 1095 y a la consiguiente cruzada. Ir a una cruzada era una operación muy costosa. Los señores se veían obligados a vender o hipotecar las propias tierras para conseguir los fondos necesarios.
Como los soldados de hoy, los cruzados medievales se sentían orgullosos de cumplir con su deber, pero al mismo tiempo deseaban volver a casa. Tras los éxitos espectaculares de la Primera Cruzada, con la conquista de Jerusalén y de gran parte de Palestina, sólo una mínima parte de los soldados se quedó para consolidar y gobernar los nuevos territorios. Asimismo, el botín era escaso; aunque los cruzados hubieran soñado con grandes riquezas, casi ninguno logró ni siquiera recuperar los gastos.

Sin embargo, el dinero y la tierra no eran el motivo para lanzarse a la aventura de una cruzada. Iban a expiar los pecados y ganarse la salvación mediante las buenas obras en una tierra lejana. Afrontaban gastos y fatigas porque creían que, yendo a socorrer a sus hermanas y hermanos cristianos en Oriente, habrían acumulado riquezas que ni el orín ni la polilla las corroen.

Mito número 3: Cuando los cruzados conquistaron Jerusalén, en 1099, masacraron a todos los hombres, mujeres y niños de la ciudad, hasta inundar las calles de sangre

El principio moral aceptado en todas las civilizaciones de la época era que una ciudad que se había resistido a la captura y había sido tomada por la fuerza, pertenecía a los vencedores. Y esto no incluía sólo los edificios y los bienes, sino los habitantes. Por esta razón, cada ciudad o fortaleza tenía que sopesar si podía permitirse resistir a los sitiadores o negociar los términos de la rendición. En el caso de Jerusalén, se intentó la defensa hasta el último momento, y cuando la ciudad cayó, fue saqueada. Se dio muerte a muchos habitantes pero otros muchos fueron rescatados o liberados.

Hay que observar que en las ciudades musulmanas que se rindieron a los cruzados la gente no fue atacada. Se incautaban sus propiedades y se les dejaba libres de profesar la propia fe.


Mito número 4: Las cruzadas eran una forma de colonialismo medieval revestido de oropeles religiosos

Occidente en la Edad Media no era una cultura poderosa y dominante. Quien era potente, acomodado y opulento era el Oriente musulmán. Europa era el Tercer Mundo. Los Estados cruzados, fundados tras la primera cruzada, no eran nuevos asentamientos de católicos en un mundo musulmán, semejantes a las colonizaciones británicas en América, sino puestos de avanzadilla. La finalidad última de los Estados cruzados era defender los santos lugares en Palestina, especialmente Jerusalén, y proporcionar un ambiente seguro para los peregrinos cristianos que visitaban aquellos lugares.

Los europeos no obtenían beneficios económicos de estos Estados; por el contrario, los gastos de las cruzadas gravaban fuertemente sobre los recursos europeos. Mientras los musulmanes combatían entre ellos, los Estados cruzados estaban a salvo; pero, cuando los musulmanes se unieron, fueron capaces de derrumbar las fortificaciones, tomar las ciudades, y en 1291 expulsar a los cristianos.

Mito número 5: Las cruzadas se hicieron también contra los judíos

Ningún Papa ha lanzado jamás una cruzada contra los judíos. Durante la Primera Cruzada, una numerosa banda de malhechores, no pertenecientes al ejército principal, invadieron las ciudades de Renania y decidieron depredar y asesinar a los judíos que allí residían. Esto se produjo en parte por pura avidez y en parte por una errónea concepción por la que los judíos, en cuanto responsables de la crucifixión de Cristo, eran objetivos legítimos de la guerra.

El papa Urbano II y los papas sucesivos condenaron enérgicamente estos ataques contra los judíos. Los obispos locales y los otros eclesiásticos y laicos trataron de defender a los judíos aunque con poco éxito.

De modo parecido, durante la fase inicial de la segunda cruzada, un grupo de renegados asesinó a muchos judíos en Alemania, antes de que san Bernardo lograra alcanzarlos y detenerlos. Estas desviaciones del movimiento eran un indeseado subproducto del entusiasmo de las cruzadas, pero no eran el objetivo de las cruzadas.
Publicado en formato 1.0 en octubre de 2008

La Mejor Cosecha

1) Para saber

Recordábamos en la ocasión pasada las respuestas que el Papa Benedicto XVI contestaba a varias personas. En una ellas, el Papa hizo una interesante observación: “Si vivimos con Cristo, también las cosas humanas nos saldrán bien. En efecto, la fe no implica sólo un aspecto sobrenatural; además, reconstruye al hombre, devolviéndolo a su humanidad”.
El ser buen cristiano, no sólo nos ayuda y hace mejores en la vida espiritual, sino también en nuestra vida ordinaria. Podemos decir que lo espiritual ayuda a lo humano y lo humano a lo espiritual.

Seguía diciendo el Papa que “la fe se basa precisamente en las virtudes naturales: la honradez, la alegría, la disponibilidad a escuchar al prójimo, la capacidad de perdonar, la generosidad, la bondad, la cordialidad entre las personas. Estas virtudes humanas indican que la fe está realmente presente, que verdaderamente estamos con Cristo”.

2) Para pensar

Estas consideraciones del Santo Padre hacen recordar un curioso relato que me envió un amigo llamado Oscar y que nos debe llevar a pensar.

Sucede que había un agricultor que participaba todos los años en la principal feria de agricultura de la ciudad, y lo más extraordinario es que ya llevaba varios años en que siempre ganaba el primer lugar y se llevaba el trofeo al “Maíz del año”.

Cada año llegaba con el maíz cosechado y salía vencedor portando una faja azul recubriendo su pecho que indicaba que su maíz era el mejor de todos. Y no sólo eso, sino que iba superando a sus cosechas pasadas. Todos estaban asombrados.

Al final de la premiación los periodistas lo entrevistaron. Uno de la televisión le hizo la pregunta que a todos les interesaba: ¿Cómo acostumbraba cultivar su valioso producto? ¿Cuál era su secreto?

Al agricultor no le importó revelarle su secreto: su método consistía en compartir buena parte de sus mejores semillas con sus vecinos, para que ellos también las sembraran. El periodista quedó sorprendido: “¿Cómo es posible que les comparta sus semillas cuando ellos están compitiendo directamente con usted?” Pero el agricultor le confirmó: “Bueno, es muy simple. Usted sabrá que el viento recoge el polen del maíz maduro y lo lleva de campo en campo, y eso ayuda a que sea mejor el producto. Si mis vecinos cultivaran un maíz de baja calidad, la polinización degradaría continuamente la calidad de mi maíz. Si yo quiero cultivar maíz bueno, tengo que ayudarles a cultivar el mejor maíz, y por ello les doy a ellos mis mejores semillas. A fin de cuentas es como todo: uno cosecha lo que siembra. Si decidimos estar en paz, no solo hemos de estar en paz con nosotros mismos, sino hemos de hacer que los demás consigan estar en paz. Y si queremos vivir felices, hemos de procurar que los demás sean felices también.

3) Para vivir

Si hacemos bien las cosas humanas, estaremos también poniendo el “buen terreno” para que crezca la “semilla espiritual”, la Palabra de Dios”.

El Papa concluía: “deberíamos poner mucha atención en realizar bien y de modo correcto nuestros deberes humanos: en la profesión, en el respeto al prójimo, preocupándonos de los demás, que es el mejor modo de preocuparnos de nosotros mismos, pues pensar en el prójimo es el mejor modo de pensar en nosotros mismos”.

Embriones Fósiles


Un antiguo precepto en Biología sostiene que “la ontogénesis resume la filogénesis”, esto es, que el desarrollo embrionario reproduce lo ocurrido presuntamente en la evolución. Así, todos los seres vivos somos una única célula al principio, con posterior aparición de tejidos, órganos más complejos y una progresión hasta el nacimiento.

Sin embargo, el descubrimiento de embriones fósiles que datan, en teoría, de hace 500 millones de años, debe hacer reflexionar sobre aquel viejo axioma… y sobre la misma idea de la “evolución de las especies”.

Según publicó la prestigiosa revista Science, el Dr James Hagadorn, del Amherst College de Massachusetts, lideró un equipo de investigación formado por científicos de 15 países que descubrió cerca de 160 embriones fosilizados, de al menos 1000 células cada uno, en un yacimiento en China. Se trata de animales primitivos, probablemente espongiarios, que fueron virtualmente “disecados” por las nuevas técnicas de tomografía con rayos X de alta energía, con la cual se obtuvieron cortes milimetrados para el análisis preciso.


Imágenes por tomografía de los embriones fósiles (microfotos de la Universidad de Oxford)


Los biólogos documentaron la presencia de diferenciación celular y de divisiones celulares asincrónicas, que no son habituales en las mitosis. Además, lograron descubrir la presencia de organelas, esto es, de las estructuras subcelulares encargadas de procesos específicos, como las mitocondrias.


El sorprendente grado de conservación, por un lado, y la presencia de desarrollo embrionario en las formas hipotéticamente más primitivas de animales pluricelulares, por el otro, vuelven a poner en tela de juicio los conceptos actuales sobre la presunta evolución de las especies.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Astrología (2da parte)



Es patente la extensión que este fenómeno tiene en nuestros días. No hay casi diario o revista que no incluya entre sus columnas, aquélla dedicada al horóscopo; en algunos países hay canales de televisión dedicados exclusivamente a temas astrológicos y esotéricos con programas al respecto, y lo mismo se diga de la radio.

La literatura sobre el tema es muy abultada. Es más, hoy en día los horoscoperos se presentan como «profesores», «licenciados en ciencias ocultas», «especialistas en ciencias parapsicológicas». La experiencia nos muestra que gran parte de nuestros contemporáneos si no consultan sus respectivos horóscopos convencidos de su exactitud, lo hacen al menos concediéndoles el privilegio de la duda: «no es que yo crea en el horóscopo, pero algo de verdad debe tener».

Al menos muchos, guiados por cierto fatalismo supersticioso, piensan que permanecer totalmente incrédulos ante las predicciones horoscopales puede traerles mala suerte. Y de hecho un dejo de consuelo les queda cuando leen allí pronosticado: se está por iniciar para usted una nueva etapa; pronto hallará anheladas respuestas; diez puntos en salud; los rosados influjos del amor no han logrado atemperar su fuego combativo; como todo felino tiene siete vidas y luchará valerosamente; aproveche el momento, sobre todo el financiero; la relación con los socios y con la pareja es muy buena; etc.

Los hombres, para vivir, necesitan la esperanza, y cuando pierden la que nace de la fe verdadera, están dispuestos a creerle al primero que les prometa un venturoso porvenir: Mundus vult decipi, el mundo quiere ser engañado, dice un antiguo proverbio. ¿Qué podemos decir de esto? El horóscopo es un desprendimiento de la antigua astrología, no de la astrología natural, que es madre de la actual astronomía, sino de la astrología judiciaria, que se empeñaba en descubrir la influencia de los astros sobre el destino de los hombres y de las cosas. En tal sentido, hay que colocarlo dentro del fenómeno más amplio de las «artes adivinatorias», puesto que, como su nombre mismo lo indica (oros-scopeo, examinar las horas), el horóscopo designaba originariamente la observación que los astrólogos hacían del estado del cielo en el momento del nacimiento de un hombre pretendiendo con ello adivinar los sucesos futuros de su vida. Para mayor exactitud, el horóscopo designa el mapa con la posición de los planetas en un instante dado por su relación con el Sol y la Tierra. Por derivación se llama también horóscopo a las predicciones que pretenden sacarse de tal observación. La astrología judiciaria se divide, a su vez, en varias clases. Tenemos así la astrología mundial, que intenta fijar la evolución de la historia y de la política; la astrología genetlíaca o individual que, levantando el horóscopo del momento del nacimiento, pretende predecir los eventos futuros del sujeto implicado; la astrología horaria, destinada a contestar preguntas concretas, para lo cual se estudia el horóscopo del momento en que se formula la pregunta al astrólogo.

En todos los tiempos el hombre ha sentido el interés por conocer el porvenir, y en los tiempos de decadencia religiosa, tal interés se ha transformado en obsesión. El hombre moderno se parece mucho al «supersticioso» que describe Teofrasto en sus Caracteres, corriendo febrilmente de un augur a un adivino, y de éste a un intérprete de sueños. El recurso de los hombres a la astrología tiene una larga historia, desde su origen babilónico; tuvo influencia en algunos filósofos de Grecia (presocráticos, epicúreos y estoicos), y sobre todo en el mundo islámico (donde adquirió un desenvolvimiento singular); en el mundo cristiano estas creencias se desarrollaron poco mientras la fe era más profunda y arraigada (aunque no faltaron monarcas que tenían astrólogos en su corte), pero ya en el siglo XVI no había soberano que no consultara a su astrólogo particular, y sobre todo ganó terreno con el positivismo y el racionalismo del siglo XIX.
Incluso, durante la segunda guerra mundial, después que el suizo Krafft predijo el atentado que Hitler sufrió en Munich el 8 de noviembre de 1939, la guerra psicológica añadió un departamento más, el astrológico. Es verdad, y nadie podrá negarlo, que los astros ejercen algún tipo de influencia sobre las realidades del mundo, incluido el hombre: ¿quién no nota los efectos que producen los cambios de estaciones y condiciones meteorológicas, no sólo sobre las realidades materiales (como las mareas) sino sobre el humor, los estados anímicos y la misma salud humana? Por eso, Santo Tomás admite cierto influjo de los astros sobre la parte corpórea del hombre (en cuanto todo el universo se influye mutuamente), y, consecuente e indirectamente, sobre sus sentidos corporales (imaginación, memoria, instintos). Pero de ningún modo pueden servir para predecir los actos futuros libres de los hombres, puesto que sólo puede predecirse el futuro a partir de un hecho concreto, siempre y cuando el evento futuro se encuentre en este hecho o realidad presente como el efecto en su causa; y los hechos futuros de los hombres no son efecto de los movimientos o posiciones astrales.
A lo sumo, como indica agudamente el mismo Santo Tomás, podría conjeturarse aquello que con mayor probabilidad harán algunos hombres basándonos en la experiencia que nos dice que la mayoría de los mortales se deja llevar de sus estados anímicos y de sus disposiciones corporales; en tal sentido, si conociéramos la influencia que algún astro o estación climática ejercerá sobre los cuerpos en tal fecha, podríamos también conjeturar cómo obrarían aquellos que se dejen llevar por tales estados. Afirmar otro tipo de influencia y, peor aún, pretender determinar los hechos futuros a partir de los astros, plantea necesariamente la negación de la libertad humana, de la Providencia Divina, y afirma, por el contrario, el fatalismo y el predestinacionismo absoluto. Por ello, la astrología puede constituir herejía (si presupone la negación de la libertad y la Providencia), superstición e idolatría (si conlleva la adoración de los astros), o simplemente vana observancia, es decir, el recurso a medios desproporcionados para obtener un efecto en sí mismo natural (como en el caso de las consultas a los modernos horóscopos).
En cuanto a los horoscoperos, adivinos y astrólogos (licenciados o no en ciencias ocultas y parapsicológicas), hay que decir que la gran mayoría son vividores que se aprovechan de la credulidad de mucha gente (¿No dice el libro del Eclesiástico 1,15: "el número de los necios es infinito"?). Otros, forman parte convencida de la moderna seducción por el ocultismo, de la fascinación por lo misterioso y de la búsqueda de lo asombroso como alternativa a su fe superficial o vacía.
Algunos, por último, practican la astrología como parte del culto a los demonios, y es por la intervención de éstos últimos que algunos «astrólogos» son capaces a veces de «predecir» algunos hechos futuros, por cuanto los demonios a quienes recurren, siendo ángeles caídos, conocen mejor que los hombres la relación entre las causas y los efectos naturales, así como tienen una gran experiencia del obrar humano, con sus debilidades y miserias. Pero todas sus «predicciones» sobre los actos futuros libres de los hombres no son más que conjeturas. Por eso decía ya el Profeta Jeremías (10,2): "No temáis por los pronósticos celestes, pues son los paganos los que temen de ellos"; e Isaías (47,13): "Estás cansada de tanto consultar. Que se presenten, pues; que te salven los que dividen los cielos, y observan las estrellas, y hacen la cuenta de los meses, de lo que ha de venir sobre tí"; y el Levítico (19,31): "No acudáis a los que evocan a los muertos ni a los adivinos, ni los consultéis, para no mancharos con su trato."La Iglesia ha hablado sobre este tema desde antiguo, condenando la creencia en la astrología, por ejemplo el Concilio de Toledo del año 400, o el Concilio de Braga del 561.
El juicio del Magisterio de la Iglesia puede resumirse en lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica. «Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone “develan” el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a mediums encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios».
Todo género de adivinación, en definitiva, nace de la falta de fe en el Dios verdadero; y es el castigo del abandono de la auténtica fe. Por eso, en uno de sus cuentos escribía Chesterton: «La gente no vacila en tragarse cualquier opinión no comprobada sobre cualquier cosa... Y esto lleva el nombre de superstición... Es el primer paso con que se tropieza cuando no se cree en Dios: se pierde el sentido común y se dejan de ver las cosas como son en realidad. Cualquier cosa que opine el menos autorizado afirmando que se trata de algo profundo, basta para que se propague indefinidamente como una pesadilla. Un perro resulta entonces una predicción; un gato negro, un misterio; un cerdo, una cábala; un insecto, una insignia, resucitando con ello el politeísmo del viejo Egipto y de la antigua India... y todo ello por temor a tres palabras: SE HIZO HOMBRE».
En conclusión, si uno recurre a las prácticas astrológicas o consulta los horóscopos, creyendo seriamente en ello, comete un pecado de superstición propiamente dicho (pudiendo, incluso, llegar a la idolatría); si lo hace sólo por curiosidad y diversión, no hace otra cosa que recurrir a un pasatiempo fútil, que va poco a poco desgastando peligrosamente su fe verdadera. Si lo hace para granjearse la «protección» de los demonios, comete un pecado de idolatría diabólica, y tal vez tenga que decir alguna vez con el poeta Goëthe: «No puedo librarme de los espíritus que invoqué».

Padre Miguel Fuentes para El Teólogo Responde

Publicado en formato 1.0 en septiembre de 2008