miércoles, 1 de octubre de 2008

Adivinación y ocultismo

Todas las formas de adivinación y ocultismo deben ser rechazadas.

Esto constituye un delito y una ofensa grave a nuestro Creador, y está en directa contradicción con el respeto, que impregnado de un santo temor, debemos todos profesar solamente a Dios Padre Todopoderoso.

La gente no repara en “tragarse” cualquier idea u opinión infundada sobre cualquier tema, especialmente cuando se trata de algo extraordinario, mágico-religioso, dirigiéndolos directamente hacia la superstición. Es el primer obstáculo conque se tropieza cuando se pierde la fe en Dios, el sentido común y la razón. Cualquier cosa que nos diga el menos autorizado, afirmando que se trata de algo profundo y misterioso, basta para que nos afecte indefinidamente como si fuera un sueño, resucitando, en pleno siglo XXI, un neopaganismo babilónico sin igual.

Todo ello, por temor a tres palabras: SE HIZO HOMBRE.



Si recurrimos a la astrología y al horóscopo creyendo en ello, cometemos pecado mortal de idolatría. Si lo hacemos por curiosidad, no hacemos otra cosa que incurrir en un pasatiempo fútil, desgastando peligrosamente nuestra fe. Si lo hacemos para granjearnos la “protección” de los poderes ocultos de este mundo, de Satanás y sus secuaces, los demonios, cometemos el pecado mortal de idolatría diabólica, y tal vez tengamos que decir en algún momento como el poeta Goëthe: «No puedo librarme de los espíritus a quienes una vez invoqué».

En todos los tiempos el hombre ha sentido gran interés por conocer el porvenir, principalmente, en tiempos de confusión espiritual y religiosa este interés se ha convertido en una obsesión. El hombre moderno se parece mucho al «supersticioso» de los tiempos precristianos, corriendo febrilmente de un “augur” a un “adivino”, y de éste a un "intérprete de sueños". La utilización por parte del hombre de la astrología tiene una larga historia, teniendo sus influencias en algunos de los más notables filósofos de Oriente, sobre todo en el mundo islámico. En el cristianismo estas creencias se desarrollaron poco mientras la fe estuvo bien arraigada entre los fieles, pero ya a partir del siglo XVI no había soberano que no consultara a su astrólogo particular, ganando terreno con la reforma protestante, y el positivismo y el racionalismo del siglo XIX.

La reedición de estos cultos paganos, como hoy se nos presentan con tanta frecuencia, tiene sus precisas explicaciones. Si no existe una verdad común, vigente precisamente porque es verdadera, el cristianismo es como algo importado desde fuera, una especie de IMPERIALISMO ESPIRITUAL, al que debemos combatir con no menos fuerza que a ese poder político y militar que una vez nos aplastaba.

Si en la celebración de los sacramentos no vivimos el contacto personal con ese Dios vivo de todos los hombres, entonces esos rituales resultan vacíos, no nos dicen ni nos ofrecen nada. Si la “sobria ebriedad” del misterio de salvación cristiano no puede embriagarnos de Dios, entonces tenemos que invocar la embriaguez real de otros éxtasis más “eficaces”, cuya pasión nos arrebata y nos convierte, al menos por un instante, y nos deja percibir por un momento el placer de lo infinito y olvidar las miserias de lo finito.

Nos encontramos, en resumidas cuentas, ante una situación muy singular. El neopaganismo está intentando dar al cristianismo, cansado de la fe y de los dogmas, una nueva praxis mediante la cual finalmente tendrá lugar la redención. Pero esa acción ha dejado tras de sí la ruina en lugar de la libertad, el “relativismo” o el libre albedrío protestante y la realidad de tener que conformarnos con él. Lo que se nos ofrece resulta algo tan vacío y falto de fundamento que dichas teorías buscan a su vez ayuda en otras ideas filosóficas, para que, desde ellas, podamos llevarlas a la práctica. La Nueva Era nos dice que “dejemos el fracasado cristianismo, volvamos a los dioses paganos, así se vive mejor”.


Al considerar la presente situación, nos debe francamente parecer un milagro que, a pesar de todo, todavía exista la fe en Jesús de Nazaret. Y no sólo en las formas sustitutas de cientos de denominaciones cristianas, sino en la fe completa y serena del Nuevo Testamento, La Iglesia de todos los tiempos, la Iglesia católica.

¿Tiene la fe en Cristo Jesús todavía una oportunidad?

Claro que sí, es que está de acuerdo con la propia sustancia de lo que es el hombre, algo más de lo que los mismos filósofos quieren comprender. En el hombre se anida el anhelo inextinguible por lo Divino, y ninguna de las propuestas que nos presenta el protestantismo y el neopaganismo han sido suficientes para satisfacerlo. Sólo el Dios que se hizo ÉL mismo finito para abrir nuestra finitud y conducirnos a la amplitud de su infinidad, puede dar respuesta a todas las preguntas de nuestro ser. Por eso, la fe cristiana se encontrará siempre con el hombre. Nuestra tarea, como buenos hijos de Dios, es servirle con ánimo humilde y con todas las fuerzas de nuestro corazón y de nuestro entendimiento.

El filósofo norteamericano Thomas Molnar, siempre pensó que las sociedades con raíces profundas en el cristianismo (Europa) habían apartado equivocadamente de la vida de los hombres los signos de lo sagrado. El escenario de cualquier ciudad del mundo occidental (Latinoamérica) muestra que la religión ha sido sistemáticamente excluida de la vida activa de sus ciudadanos. Los templos y las nuevas iglesias parecen naves industriales, oficinas comerciales, y residencias familiares reacondicionadas. Los pastores y reverendos lucen como empresarios y burócratas muy atareados, sobre todo cuando no ostentan signo alguno de su vocación sagrada. Las prédicas y los sermones, como las primeras páginas de todos los diarios, presentan una clara visión del fin del mundo, dilucidando temas políticos, sociales y económicos de candente actualidad.

Cada día que pasa es más difícil encontrar rastros del gran acervo cristiano que nos legó el viejo mundo en algún sector de la vida pública y privada de nuestro país, ni decir de los medios de comunicación, el cine, la literatura y el arte. La descripción de Molnar es algo drástica, pues responde a la situación actual de los Estados Unidos. Sin embargo, con esta tendencia dominante en toda la sociedad latinoamericana, es innegable el empuje que tenemos hacia un secularismo cada día más creciente.

El neopaganismo del siglo XXI ha renunciado a 3 de los componentes básicos del paganismo grecorromano: la piedad, es decir, el sentido de lo sagrado que debe ser venerado; la moderación; y la conciencia de que existe, ante todo, una ley moral universal. La espiritualidad subyacente en el neo paganismo es profundamente “subjetiva”, porque desconoce la realidad de un Dios personal y cercano a nosotros. De este modo, el dios “panteísta” resulta inmensamente popular, ya que es asequible cuando lo queremos, y desechable cuando no lo deseamos. Es más conveniente pensar que somos como burbujas dentro de una gran espuma espiritual, que hijos rebeldes de un razonable y misericordioso Padre Divino.

El panteísmo adolece de todo el sentido del pecado, porque para estos el pecado significa separación, cuando nadie puede ser separado nunca del ‘todo’ (taoísmo). El neopaganismo del siglo XXI es el triunfo más importante del “ilusionismo”, que sin perder la emoción y el barniz de la verdadera religión, elimina por completo el santo temor de Dios.

Muchos practican la astrología como parte de un culto a Lucifer y los demonios, y es gracias a la intervención de éstos que los más porfiados “astrólogos” son capaces de “predecir” hechos futuros con alguna exactitud, por cuanto los demonios a quienes recurren, siendo seres espirituales puros y con mucho poder, conocen mejor que los hombres la relación entre las causas y los efectos naturales de las cosas, así como que tienen una gran experiencia sobre como obra el ser humano, con sus debilidades y miserias. Todas las “predicciones” sobre actos futuros y libres del hombre no son más que meras conjeturas y especulaciones.

Chesterton, un gran pensador de este tiempo, en cuyos escritos brilla cada vez con más luz un talante profético, se preocupó por desenmascarar el falso atractivo que el paganismo tenía para nuestros contemporáneos. Estaba convencido de que el cristianismo, vivido con autenticidad, es capaz de vencer, mano a mano, a cualquier forma de paganismo, porque la alegría, que era la pequeña publicidad del pagano, se ha convertido en el gran misterio del cristiano.

La respuesta de Chesterton es que la dicha humana, las alegrías más intensas y el disfrute pleno de los bienes de esta tierra, sólo es posible de verdad para aquellos que miran el horizonte confiados en la eternidad. La alegría cristiana puede ser plena porque está respaldada por una fe en el Dios verdadero, por una fe en el porvenir que no es ciega, torpe y obstinada, y por una fe que encuentra en la razón una verdadera aliada.


La desacralización y secularización de la civilización occidental contemporánea se produce como la continuidad de una corriente filosófica que llega hasta nosotros desde el siglo XIII, mediante un proceso de intelectualización de la religión y de la fe, los neofariseos. Su origen lo encontramos también en Maquiavelo, Ockamm, Descartes y Lutero. Su génesis está en el ‘racionalismo’, que según Chesterton no es más que una herejía acerca de la función de la inteligencia en la vida del hombre, una verdad que se ha vuelto loca.

El neopaganismo, que parece liberar al hombre del yugo ligero de la fe en Cristo Jesús, supone el tener que regresar a los miedos y esclavitudes de un hombre desarmado, rodeado de poderes y fuerzas maléficas, ante las cuales no tiene ninguna garantía de sobrevivir. Una de las curiosas características del poder del cristianismo es que, desde que llegó, ningún pagano ha sido capaz de ser realmente humano.

Mario Saviñón Navarro (República Dominicana) para www.apologetica.org
Publicado en formato 1.0 en octubre de 2008

Los Católicos y la Política

«El hombre no puede separarse de Dios, ni la política de la moralidad» (Juan Pablo II)

Los católicos debemos participar en la política porque somos ciudadanos responsables por el bien de la sociedad y del país. La solución a la corrupción política no es abandonarla, sino participar con principios cristianos. Jesús nos dijo que somos sal y luz del mundo. Esto debe aplicar primero a nuestra vida interior pero, si esta es auténtica, se manifiesta también en la política. La sal preserva de la corrupción, la luz permite que se vea la verdad.

Es necesario formarse en la fe y la Doctrina Social de la Iglesia para discernir sin dejarse seducir por las pasiones y las mentiras que se presentan en las campañas electorales. (Cf. Gaudium es Spes, 43). Es sorprendente como la propaganda de los medios engaña a la gente, como creemos las cosas sólo porque se repiten. Debemos examinar objetivamente como los candidatos han actuado en el pasado.

Hay una jerarquía de valores. El valor principal es el respeto a la vida humana. Si un candidato favorece el aborto o la eutanasia, no respeta al ser humano y no se debe votar por él aunque en otros aspectos parezca bueno. Los derechos humanos forman parte de la ley natural, la cual es accesible a la razón cuando se busca con sincero corazón. Toda autoridad legítima procede de Dios y debe someterse totalmente a Dios. Cuidado que no sea sólo de palabra, sino que en efecto demuestre coherencia con la moral.

Ningún gobierno, partido o político se puede confundir con el Reino de Dios. Cuidado con los mesianismos políticos, que se presentan como salvadores de la humanidad. "Ningún partido representa a la Iglesia y los católicos pueden militar o dar su voto libremente al partido o al candidato que mejor responda a sus convicciones personales, con tal de que sean compatibles con la ley moral natural y que sirvan sinceramente al bien común de la sociedad. Nuestra misión, en cambio, ha de ser la de orientar con los principios éticos de la doctrina social cristiana sobre los derechos y deberes políticos de los fieles laicos, ayudando a formar una conciencia social." (Obispos mexicanos)


Evitar:

1- Apasionarse o preferir la afiliación política por encima de la razón y la moral.


2- Un concepto teocrático de la política. Cardinal Ratzinger: «La justa profanidad de la política excluye la teocracia».


La Doctrina Social de la Iglesia expone las obligaciones de los gobernantes y de los ciudadanos de promover y defender todos los derechos humanos (el más fundamental es el derecho a la vida) y buscar el bienestar de todos. Que nadie esté por encima de la ley y nadie fuera de su amparo.

Los obispos de México a los políticos: "A los políticos católicos les recordamos el deber moral que tienen en su actuación pública, especialmente a los legisladores, de mantenerse fieles a la doctrina del evangelio, conservando su compromiso claro con la fe católica y no apoyando leyes contrarias a los principios morales y éticos como son los que atentan contra el derecho a la vida o en contra de las instituciones de la familia y el matrimonio. Sólo la adhesión a convicciones éticas profundas y una actuación coherente pueden garantizar una acción pública, honesta y desinteresada, de los legisladores y gobernantes."

«Todo aquel que ha proclamado que quiere prestar un servicio, un servicio a nuestra patria en funciones muy diversas, tiene que mostrar en la práctica que en realidad ha llegado a ese puesto para servir y no para servirse, no para enriquecerse; sino para dar lo mejor que tiene en favor del pueblo que tanto lo necesita» (Cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México).

"El criterio fundamental para configurar la propia conciencia es la obligación de evitar el mal y de favorecer el bien. En temas que afectan a la vida y los derechos de la persona, el criterio básico es el de aceptar y favorecer lo que esté conforme con la ley natural, según una valoración moral apoyada en la misma naturaleza humana que favorece el desarrollo de las potencialidades humanas de acuerdo con el bien de la persona, en verdad y justicia. Según este criterio difícilmente discutible, los católicos tenemos claro que no podemos apoyar programas o proyectos políticos que amenazan el derecho a la vida de los seres humanos desde su concepción hasta la muerte natural, alteran esencialmente la concepción del matrimonio desprotegiendo la realidad de la familia, debilitan las bases de la convivencia. En el caso, nada infrecuente, de que ninguna opción política satisfaga las exigencias morales de nuestra conciencia, la recta conciencia nos induce a votar aquella alternativa que nos parezca menos contraria a la ley natural, más apta para proteger los derechos de la persona y de la familia, más adecuada para favorecer la estabilidad social y la convivencia, y mejor dispuesta para respetar la ley moral en sus actividades legislativas, judiciales y administrativas...

...Para votar responsablemente, es preciso anteponer los criterios morales a las cuestiones y preferencias opinables y contingentes de orden estrictamente político. Habrá cuestiones secundarias que tengamos que dejar en un segundo plano para atender en primer lugar a los aspectos y consecuencias de orden moral de nuestro voto. Esto ocurre siempre que las propuestas de los partidos desbordan sus legítimas competencias y afectan a cuestiones de orden moral que tienen que estar por encima de los avatares políticos
." (Monseñor Fernando Sebastián Aguilar, arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela)


Examinar la verdad. Se deben estudiar las propuestas antes de apoyarlas. Hablar es fácil, obrar en la verdad cuesta la vida. Hay que buscar la verdad con la mayor objetividad posible. Más que basarse en lo que dicen los políticos, hay que analizar lo que han hecho para ver si son coherentes, íntegros y honestos. El malvado siempre disfraza sus intenciones con argumentos hermosos.


Evitar la demagogia. Los políticos saben qué teclas tocar para encender las emociones, muchas veces irresponsablemente. Cuidado con la manipulación de los sentimientos hacia la patria, la raza, el sufrimiento de los pobres, la libertad, etc. Con frecuencia se crea un mito en torno a un político o se destruye su reputación basado en la repetición de falacias. El cristiano no se debe llevar por las emociones ni por la fiebre que incita a las masas. No debe dejarse engañar por promesas. La prosperidad de los pueblos requiere un largo proceso de construcción y fortalecimiento de un sistema de gobierno, de educación, de trabajo, etc. bajo un estado de derecho que proteja justamente a todos los ciudadanos. Esto no se consigue con la demagogia. Hay que estar preparado para tomar opciones que no sean populares, pero que sean justas. Recordemos como Jesucristo fue condenado por las masas porque matarlo "era conveniente".


El fin no justifica los medios. Nunca será aceptable utilizar un medio en sí mismo perverso para lograr un bien. Por eso debemos condenar, por ejemplo, el terrorismo, el aborto, el secuestro, la mentira y la difamación.


Ordenar las prioridades. El bien común debe estar por encima de intereses personales. Al mismo tiempo no se deben violar los derechos naturales de ninguna persona. No se debe votar por quien viola la ley natural aunque por otra parte tenga buenas propuestas. Un católico no debe votar por candidatos que favorecen la inmoralidad, tal como es, por ejemplo, el aborto. En casos, como ocurre con frecuencia, en que todos los candidatos carecen de una clara posición moral que cubra todos los campos, el votante debe decidirse por el que al menos promueva los valores fundamentales.


Obligación de participar en la política. En una democracia los gobernantes son elegidos por el voto popular. Por eso todo ciudadano tiene la responsabilidad de votar habiendo seriamente estudiado los temas y conocido la posición de los candidatos. Un católico no puede eludir su responsabilidad civil ya que eso sería cederle el paso al mal. El hecho de que haya mucha corrupción en la política no exonera al cristiano de su responsabilidad. Más bien le debe retar a trabajar por un mundo mejor. El que no vota o vota sin atención a las leyes de Dios es culpable de los resultantes males. “Los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política” (Concilio Vaticano II, Ch L 42).

Los obispos de Estados Unidos declararon en 1995: "En la tradición católica, la ciudadanía es una virtud y la participación en el proceso político es una obligación" (Documento "Political Responsibility")


La libertad. La libertad es un don que conlleva una gran responsabilidad. Como católicos estamos comprometidos a ejercer nuestra libertad siempre para hacer el bien y nunca para violar los derechos ajenos.


«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5, 29)
Padre Jordi Rivero para Corazones.org
Publicado en formato 1.0 en octubre de 2008

Las Cruzadas

El profesor del Departamento de Historia de la Universidad de San Luis (Estados Unidos), Thomas Madden, fue entrevistado en 2005 por la agente de noticias Zenit, después de la publicación de su libro "Una historia concisa de las Cruzadas", en el cual, a partir de datos objetivos, logró desmitificar algunos aspectos inherentes a esta leyenda negra de la historia de la Iglesia.

Reproducimos a continuación el contenido de esos comentarios, según fueron publicados en la edición 495 de El Observador En Línea, importante medio católico digital que se edita desde México.


Las cruzadas no fueron como nos las han pintado popularmente
Nuevos hallazgos permiten a un historiador desenmascarar los mitos


Los cruzados no eran ávidos depredadores o colonizadores medievales, como afirman algunos libros de historia, afirma un experto, Thomas Madden, profesor asociado de la Facultad de Historia de la Universidad de San Luis (Estados Unidos) y autor de A Concise History of the Crusades («Breve Historia de las Cruzadas»). Madden ha recorrido los mitos más difundidos sobre los cruzados, y con los nuevos descubrimientos históricos ha encontrado que carecen de fundamento:

Mito número 1: Las cruzadas eran guerras de agresión contra un mundo musulmán pacífico


Esta afirmación es completamente errónea. Desde los tiempos de Mahoma los musulmanes habían intentado conquistar el mundo cristiano, y a finales del siglo XI ya habían conquistado dos terceras partes. Y los imperios musulmanes siguieron expandiéndose llegando hasta los mismos confines de Europa. Las agresiones provenían, por tanto, de la parte musulmana. Llegados a un cierto punto, la parte que quedaba del mundo cristiano no tenía más remedio que defenderse si no quería sucumbir bajo la conquista islámica.


Mito número 2: Los cruzados llevaban crucifijos, pero lo único que les interesaba era conquistar riquezas y tierras


Hace tiempo se afirmaba que en Europa había un número excesivo de nobles segundones adiestrados en las artes de la guerra caballeresca, pero privados de tierras feudales. Las cruzadas, por tanto, eran como una válvula de escape que impulsaba a estos hombres guerreros a salir de Europa, hacia tierras por conquistar a expensas de otros. La historiografía moderna ha destruido este mito. Hoy sabemos que eran más bien los primogénitos de Europa los que respondieron al llamamiento del Papa en 1095 y a la consiguiente cruzada. Ir a una cruzada era una operación muy costosa. Los señores se veían obligados a vender o hipotecar las propias tierras para conseguir los fondos necesarios.
Como los soldados de hoy, los cruzados medievales se sentían orgullosos de cumplir con su deber, pero al mismo tiempo deseaban volver a casa. Tras los éxitos espectaculares de la Primera Cruzada, con la conquista de Jerusalén y de gran parte de Palestina, sólo una mínima parte de los soldados se quedó para consolidar y gobernar los nuevos territorios. Asimismo, el botín era escaso; aunque los cruzados hubieran soñado con grandes riquezas, casi ninguno logró ni siquiera recuperar los gastos.

Sin embargo, el dinero y la tierra no eran el motivo para lanzarse a la aventura de una cruzada. Iban a expiar los pecados y ganarse la salvación mediante las buenas obras en una tierra lejana. Afrontaban gastos y fatigas porque creían que, yendo a socorrer a sus hermanas y hermanos cristianos en Oriente, habrían acumulado riquezas que ni el orín ni la polilla las corroen.

Mito número 3: Cuando los cruzados conquistaron Jerusalén, en 1099, masacraron a todos los hombres, mujeres y niños de la ciudad, hasta inundar las calles de sangre

El principio moral aceptado en todas las civilizaciones de la época era que una ciudad que se había resistido a la captura y había sido tomada por la fuerza, pertenecía a los vencedores. Y esto no incluía sólo los edificios y los bienes, sino los habitantes. Por esta razón, cada ciudad o fortaleza tenía que sopesar si podía permitirse resistir a los sitiadores o negociar los términos de la rendición. En el caso de Jerusalén, se intentó la defensa hasta el último momento, y cuando la ciudad cayó, fue saqueada. Se dio muerte a muchos habitantes pero otros muchos fueron rescatados o liberados.

Hay que observar que en las ciudades musulmanas que se rindieron a los cruzados la gente no fue atacada. Se incautaban sus propiedades y se les dejaba libres de profesar la propia fe.


Mito número 4: Las cruzadas eran una forma de colonialismo medieval revestido de oropeles religiosos

Occidente en la Edad Media no era una cultura poderosa y dominante. Quien era potente, acomodado y opulento era el Oriente musulmán. Europa era el Tercer Mundo. Los Estados cruzados, fundados tras la primera cruzada, no eran nuevos asentamientos de católicos en un mundo musulmán, semejantes a las colonizaciones británicas en América, sino puestos de avanzadilla. La finalidad última de los Estados cruzados era defender los santos lugares en Palestina, especialmente Jerusalén, y proporcionar un ambiente seguro para los peregrinos cristianos que visitaban aquellos lugares.

Los europeos no obtenían beneficios económicos de estos Estados; por el contrario, los gastos de las cruzadas gravaban fuertemente sobre los recursos europeos. Mientras los musulmanes combatían entre ellos, los Estados cruzados estaban a salvo; pero, cuando los musulmanes se unieron, fueron capaces de derrumbar las fortificaciones, tomar las ciudades, y en 1291 expulsar a los cristianos.

Mito número 5: Las cruzadas se hicieron también contra los judíos

Ningún Papa ha lanzado jamás una cruzada contra los judíos. Durante la Primera Cruzada, una numerosa banda de malhechores, no pertenecientes al ejército principal, invadieron las ciudades de Renania y decidieron depredar y asesinar a los judíos que allí residían. Esto se produjo en parte por pura avidez y en parte por una errónea concepción por la que los judíos, en cuanto responsables de la crucifixión de Cristo, eran objetivos legítimos de la guerra.

El papa Urbano II y los papas sucesivos condenaron enérgicamente estos ataques contra los judíos. Los obispos locales y los otros eclesiásticos y laicos trataron de defender a los judíos aunque con poco éxito.

De modo parecido, durante la fase inicial de la segunda cruzada, un grupo de renegados asesinó a muchos judíos en Alemania, antes de que san Bernardo lograra alcanzarlos y detenerlos. Estas desviaciones del movimiento eran un indeseado subproducto del entusiasmo de las cruzadas, pero no eran el objetivo de las cruzadas.
Publicado en formato 1.0 en octubre de 2008

La Mejor Cosecha

1) Para saber

Recordábamos en la ocasión pasada las respuestas que el Papa Benedicto XVI contestaba a varias personas. En una ellas, el Papa hizo una interesante observación: “Si vivimos con Cristo, también las cosas humanas nos saldrán bien. En efecto, la fe no implica sólo un aspecto sobrenatural; además, reconstruye al hombre, devolviéndolo a su humanidad”.
El ser buen cristiano, no sólo nos ayuda y hace mejores en la vida espiritual, sino también en nuestra vida ordinaria. Podemos decir que lo espiritual ayuda a lo humano y lo humano a lo espiritual.

Seguía diciendo el Papa que “la fe se basa precisamente en las virtudes naturales: la honradez, la alegría, la disponibilidad a escuchar al prójimo, la capacidad de perdonar, la generosidad, la bondad, la cordialidad entre las personas. Estas virtudes humanas indican que la fe está realmente presente, que verdaderamente estamos con Cristo”.

2) Para pensar

Estas consideraciones del Santo Padre hacen recordar un curioso relato que me envió un amigo llamado Oscar y que nos debe llevar a pensar.

Sucede que había un agricultor que participaba todos los años en la principal feria de agricultura de la ciudad, y lo más extraordinario es que ya llevaba varios años en que siempre ganaba el primer lugar y se llevaba el trofeo al “Maíz del año”.

Cada año llegaba con el maíz cosechado y salía vencedor portando una faja azul recubriendo su pecho que indicaba que su maíz era el mejor de todos. Y no sólo eso, sino que iba superando a sus cosechas pasadas. Todos estaban asombrados.

Al final de la premiación los periodistas lo entrevistaron. Uno de la televisión le hizo la pregunta que a todos les interesaba: ¿Cómo acostumbraba cultivar su valioso producto? ¿Cuál era su secreto?

Al agricultor no le importó revelarle su secreto: su método consistía en compartir buena parte de sus mejores semillas con sus vecinos, para que ellos también las sembraran. El periodista quedó sorprendido: “¿Cómo es posible que les comparta sus semillas cuando ellos están compitiendo directamente con usted?” Pero el agricultor le confirmó: “Bueno, es muy simple. Usted sabrá que el viento recoge el polen del maíz maduro y lo lleva de campo en campo, y eso ayuda a que sea mejor el producto. Si mis vecinos cultivaran un maíz de baja calidad, la polinización degradaría continuamente la calidad de mi maíz. Si yo quiero cultivar maíz bueno, tengo que ayudarles a cultivar el mejor maíz, y por ello les doy a ellos mis mejores semillas. A fin de cuentas es como todo: uno cosecha lo que siembra. Si decidimos estar en paz, no solo hemos de estar en paz con nosotros mismos, sino hemos de hacer que los demás consigan estar en paz. Y si queremos vivir felices, hemos de procurar que los demás sean felices también.

3) Para vivir

Si hacemos bien las cosas humanas, estaremos también poniendo el “buen terreno” para que crezca la “semilla espiritual”, la Palabra de Dios”.

El Papa concluía: “deberíamos poner mucha atención en realizar bien y de modo correcto nuestros deberes humanos: en la profesión, en el respeto al prójimo, preocupándonos de los demás, que es el mejor modo de preocuparnos de nosotros mismos, pues pensar en el prójimo es el mejor modo de pensar en nosotros mismos”.

Embriones Fósiles


Un antiguo precepto en Biología sostiene que “la ontogénesis resume la filogénesis”, esto es, que el desarrollo embrionario reproduce lo ocurrido presuntamente en la evolución. Así, todos los seres vivos somos una única célula al principio, con posterior aparición de tejidos, órganos más complejos y una progresión hasta el nacimiento.

Sin embargo, el descubrimiento de embriones fósiles que datan, en teoría, de hace 500 millones de años, debe hacer reflexionar sobre aquel viejo axioma… y sobre la misma idea de la “evolución de las especies”.

Según publicó la prestigiosa revista Science, el Dr James Hagadorn, del Amherst College de Massachusetts, lideró un equipo de investigación formado por científicos de 15 países que descubrió cerca de 160 embriones fosilizados, de al menos 1000 células cada uno, en un yacimiento en China. Se trata de animales primitivos, probablemente espongiarios, que fueron virtualmente “disecados” por las nuevas técnicas de tomografía con rayos X de alta energía, con la cual se obtuvieron cortes milimetrados para el análisis preciso.


Imágenes por tomografía de los embriones fósiles (microfotos de la Universidad de Oxford)


Los biólogos documentaron la presencia de diferenciación celular y de divisiones celulares asincrónicas, que no son habituales en las mitosis. Además, lograron descubrir la presencia de organelas, esto es, de las estructuras subcelulares encargadas de procesos específicos, como las mitocondrias.


El sorprendente grado de conservación, por un lado, y la presencia de desarrollo embrionario en las formas hipotéticamente más primitivas de animales pluricelulares, por el otro, vuelven a poner en tela de juicio los conceptos actuales sobre la presunta evolución de las especies.